lunes, 19 de octubre de 2009

El ilusionista

Casi por unanimidad se afirma que la década del 90, fue la década de la ilusión. Esa "ilusión” tiene dos sentidos: por un lado simboliza la esperanza que se había despertado en un gran número de personas que creía que el modelo político-económico Neoliberal que se estaba implementando en el país generaría trabajo, estabilidad, progreso; por otro lado esa ilusión hace referencia al engaño que se estaba llevando a cabo. Los ilusionistas eran los que aseguraban que el crecimiento económico de algunos favorecería a todos; los ilusionistas eran los que sostenían que privatizando, concediendo y entregando se lograba eficiencia, transparencia, competitividad, rentabilidad; los ilusionistas eran los que justificaban la desaparición del Estado, del gasto social, de la escuela y del hospital público; y los ilusionistas poseían las herramientas para crear este artificio: los medios de comunicación, que ocultaban las voces que denunciaban el engaño, borraban las evidencias de la ilusión, y las huellas de sus creadores. Todos asistimos a esa fascinación.
En esos años apareció el Show de Video Match. Creo que comencé a ver este programa en el año 2000 (puede haber sido antes o después). Recuerdo un tren, recuerdo un tema de los Beatles, recuerdo papelitos, lo recuerdo a él con pelo largo, con el pelo corto, comiendo alfajores, riéndose de Escoltore, de Hope; recuerdo Grandes Poesías de Pequeños Autores, recuerdo a Deportes en el Recuerdo, a los Raporteros, a las Cámaras Ocultas, el gran discurso y la gran ironía sobre la acusación que Fernando de la Rúa le había hecho a él y a su programa sobre la responsabilidad que tenían en la caída de su gobierno, sé que si me esforzara recordaría otras cosas, pero con estas me alcanzan para decir: soy de la generación de los y las Tinellis.
Pasó el tiempo, y él se transformó en uno de los personajes más importantes de la Televisión Argentina y su programa en el más exitoso. Algunos comenzaron a alertar sobre lo que significaba esto; sin embargo, aunque leía las críticas que le dirigían a él, siempre consideré que era un tipo talentoso: tiene una excelente dicción (nunca se equivoca cuando habla), tiene tacto, maneja los tiempos, los ánimos, los códigos, tiene un gran sentido común, y, sin dudas, es inteligente. Lo acusaban de hacer un circo, de copiar ideas, de no estimular el pensamiento crítico ni el debate político, y yo lo defendía afirmando que estos eran argumentos de gente antipática y aburrida.
Sigo reconociendo su talento pero me he convertido en un “antipático”: ya no comparto que todo se trate de un negocio, de una conveniencia, de un show, de una ilusión que, supuestamente, nos alegra y nos beneficia a todos.
Desde un tiempo atrás su programa es el de mayor rating en el país, y en parte esto se debe a que una cantidad importante de sus productos fueron de una gran calidad humorística. Sin embargo, desde hace unos años, éstos se han deteriorado: hoy su figura y su programa no presentan ninguna novedad, ni atractivo. Paradójicamente estos años coincidieron con el período en que este programa comenzó a rebotar en otros, y a generar una agenda mediática interna. Irónicamente estos años coincidieron con el período en el que la Televisión comenzó a ser autorreferencial, y numerosos programas se dedicaron a repetir, repasar y analizar lo que pasa en otros programas, existe sólo lo que se ve en la tele, sólo lo que se vende (rating), y todos comenzaron a rendirle culto al show.
Así como resulta una ingenuidad acusarlo de haber causado la caída de un presidente, tampoco se lo puede señalar como el único responsable del deterioro de la cultura audiovisual. No obstante, no debemos perder de vista que no es un simple conductor sino que se ha convertido en un gran empresario y sus decisiones, planteos, y posturas repercuten en la sociedad mediática, virtual y real.
Esta semana pronunció un discurso en el que planteó, principalmente, que la violencia, la tensión y la división social deben dejarse atrás, y manifestó que para superar esto deberíamos cambiar varias cosas. Propuso que comencemos a pensar que el problema del otro, es un problema nuestro. Propuso que tenemos que dejar de lado las críticas. Propuso pensar en el bien común. Propuso que este es un buen momento para comenzar a servir y ayudar a otro, que este es un buen momento para ser solidarios. Y aunque coincida con varios de sus planteos, se me hace necesario ampliar y aclarar varios puntos. Sobre el final de su discurso se refiere a los que tienen poder desvinculándose de ese grupo, algo que no se puede aceptar si recordamos el peso de su figura a nivel social, y la posición económica del conductor. Él es parte del poder y podría, por ejemplo, modificar los contenidos de su programa y dar espacios a segmentos educativos, informativos, de debate, de reflexión, a bloques que fomenten valores e ideas, eso haría eco en otros programas, en las radios, en los diarios, en los clubes, en los trabajos, en las casas. Esto que pasó ahora es un buen síntoma, pero debería dejar de ser algo inusual y aislado. Si esto cambiara las mujeres no serían tratadas como objetos sexuales, los medios de comunicación no se utilizarían como empresas que generan productos para obtener ganancias.
Aunque no intento desalentar los valores que menciona, debemos reconocer que el trabajo solidario puede resolver problemas puntuales y particulares, pero la violencia, la tensión y la división social-global van a seguir existiendo mientras se mantengan las desigualdades materiales existentes.
El ilusionista montó un show en el que nada era más importante que la diversión, en la que nada pasaba, en la que todos reíamos entretenidos, en la que los hombres y las mujeres eran objetos, en la que lo privado era una broma, y lo público un negocio. Por último borró todas sus huellas y declaró que esta ilusión no era obra suya, que era de todos, y así se quito poder y responsabilidad en este artificio.
Cambiar el canal es una forma de pedirle que cambie.

2 comentarios:

Walter dijo...

Pese a que hoy estamos sintiendo el rigor de todo lo que nos dejo pol ... Leer másíticamente y de más la de década del 90, suelo observar con nostalgia aquellos días y aquellas ilusiones, que a pesar de que la realidad me exige otras prioridades, aún las tengo guardadas esperando dejar de ser nada más que eso no? simplemente una ilusión.
Tinelli me cae simpático,(y me declaro culpable de caer en la tentacion de su ilusionismo). hoy no comparto muchas de sus ideas del sur ( jaa ), ni tampoco su pensamiento; si admiro su lucha, el superarse así mismo… mm quiero decir, su ambición, por supuesto!!!: hoy por hoy le sienta mejor hacer radio antes de mostrar mujeres que justifican su estupidez con un buen orto y una par de gomas operadas, quiero decir, no representan en lo absoluto a la mujer propiamente dicho.
Saludos mi estimado pepo de la gente, espero que llegues a ser mucho más que un ilusionista vos jajaja (pongo gran parte de mis fichas en vos amigo!!!) un abrazo.

Generacion de las/los tinellis jeje muy bueno!...

Anónimo dijo...

Tienlli no va a cambiar (ni él ni nadie) a menos que el cambio sea lucrativamente positivo para él.

A raiz de lo que dices que dijo, Tinelli simplemente me parece uno de tantos otros que maneja un doble discurso. No hay nada que hacer... estamos condenados como sociedad... Esto es como el pez que se muerde la cola, los que tienen el poder y la influencia sobre las masas son los que deberían influir en ésta para bien, pero resulta que ese poder y esa influencia lo han conseguido a base de corrupción (en el caso de los políticos) y "telebasura" (en el caso de Tinelli. Por lo tanto, ¿qué se puede esperar de ellos?.

Sólo nos queda, como individuos, tratar de influenciar de la mejor manera en nuestro entorno cercano, en nuestro vecino, y que éste a su vez influencie en el suyo... y así hasta donde se pueda llegar (que tristemente no será muy lejos.

Sigue luchando y no hagas caso de mi pesimismo.

Abrazo.

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