miércoles, 27 de enero de 2010

Infiltrado (Primera Parte)

Cuando comencé a trabajar para SECUS, la empresa de Seguridad Privada que se instaló en Las Termas de Río Hondo en el año 2009, me tomé el laburo como algo anecdótico, como una experiencia insólita e inesperada. Aunque me daba gracia asumir el rol de “vigilante”, lo cierto es que necesitaba el trabajo y lo tomé.
Me tocó cuidar el predio en el que se estaba construyendo la nueva Escuela Técnica N° 7. Los fines de semana, cuando lo obreros no trabajaban, tenía que recorrer la propiedad y controlar que nadie intentase robar los materiales con los que edificarían el establecimiento escolar. Aunque, a simple vista, esto parezca una tarea simple, la monotonía del trabajo (caminar-sentarse-observar-caminar-sentarse elevado a la octava hora) vuelve el tiempo demasiado lento. Por eso es que, además de sentirme incómodo por cuestiones ideológicas con el trabajo[1], el laburo no me agradaba.
Esto se acentuó cuando conocí a quien denominaría Terminator II, y se agravó cuando mi “jefe” me llamó la atención (ja). Terminator II es el compañero de trabajo que me reemplaza, le puse así porque el día que lo conocí cayó al trabajo en una moto grande (tipo XLR), con gafas redondas, y la pose de un tipo serio y rudo. Sus rasgos me recordaban mucho al policía que perseguía a Terminator en la segunda saga de la película. Con un tono distante me dijo: “yo soy el jefe del personal”. Pero no sólo me decía eso. Con esa expresión me decía: “Yo Mando. ¡Firmes! Cuerpo Tierra. Lagartijas. ¡Señor, sí, Señor!” Con el paso de los días, se mostraría un poquito más agradable, y algunas veces me cuenta sus aventuras de vaquero texano. Igual, trato de no confiarme ni de darle motivos para que se moleste.
Luego de este episodio, “mi jefe” me encontró con la computadora en mi puesto de vigilancia. Me ordenó que no la traiga más. Que me corte el pelo y que me pusiera la camisa por adentro. ¡Señor, sí, Señor! Esto terminó de convencerme de que este no era un trabajo para mí, de que no tengo el supuesto perfil que debe tener un “guardián del orden viril”. Que no soy ni serio ni rudo. Igual decidí que, hasta que no me despidan, o hasta que no consiga otro empleo, voy a seguir en este trabajo porque necesito la guita.
Tiempo después me tocó atender a un montón de personas que venían a preguntar si estaban tomando gente para la obra o para la vigilancia. Uno de ellos se quedó una siesta conversando un rato conmigo. Me contó que no se había ido a la costa[2] porque su esposa estaba embarazada. Que hace unos días había dado a luz a su cuarto hijo. Que el parto le provocó una hemorragia y tuvo que ser trasladada al Hospital Regional Ramón Carrillo de Santiago del Estero. Que allí tuvo que compartir la cama con otra persona porque no había lugar. Y que ahora estaba tirando con un par de changas. Cuando se fue me quedé pensando: “Mierda que está jodido para todos. Gracias Dios por el laburo. Tengo que valorarlo más. Tengo que dejar de ser un pendejo caprichoso y egoísta”.
Luego recordé que la mayoría de los que trabajaban en la obra, tenían el acento de la gente de la capital de la provincia. (Qué haces). Aparentemente muy pocos obreros eran de la ciudad. Esto me pareció injusto, y no por caer en un localismo fanático, sino que consideraba que lo más lógico sería que, una obra que se está llevando a cabo en nuestra territorio, genere trabajo para la gente local.
Así que comencé a investigar sobre el tema. Primero conversé con María Gabriela Ávila, la arquitecta que renunció luego de estar tres meses dirigiendo esta obra. Ella me contó que una de las causas que había desgastado su relación con la empresa Constructora Gaona fue que, desde un principio, le advirtieron que “no se le ocurra tomar obreros termenes porque eran quilomberos”. “Parece –me dijo ese día- que hace varios años construyeron un barrio y tuvieron problemas con algunos trabajadores de acá, pero eso no es motivo –reflexionaba la arquitecta- para generalizar y prejuzgar a todos los trabajadores”. Así que la primer parte de la edificación de la escuela y de un barrio se inició con doce trabajadores de la capital de la provincia. Con el paso del tiempo se dieron cuenta de que esto no les convenía y comenzaron a tomar gente local. “Mucha gente –recuerda Gabriela- iba a pedir trabajo porque no se querían ir para la costa”. Tiempo después varios me recomendaron que hable con Santiago Jugo, Secretario de Finanzas de la Seccional Santiago del Estero de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina. Cuando lo fui a ver, el delegado de nuestro Departamento (Río Hondo) en la Uocra, me contestó que “no existía un reglamento que determinase que una empresa que realiza una obra en una localidad deba tomar gente de esa zona”. Me contó que “eso se conseguía gestionando ante la empresa, y que ellos siempre piden que un %80 del personal sea del Departamento y un %20 de otros lugares”. Cuando le comenté que la empresa Gaona había comenzado la obra sin gente local me respondió que “eso no era tan así, que ahora iban a ingresar muchos trabajadores. En febrero te puedo dar las planillas –me informó-. Como conocía que una empresa que está haciendo una escuela en Yutu Yacu tampoco había contratado gente local, le consulté sobre esta irregularidad. “La empresa que está haciendo esa obra –me dijo- es la compañía JDP construcciones. Cuando tomamos conocimiento de que no habían contratado gente local, nos dirigimos con Inspectores de la Secretaría de Trabajo al lugar y levantamos un acta”. Irónicamente esa obra, que comenzó en el año 2008 y que debió terminar ese año, sigue inconclusa y, aunque supuestamente se realizó esa inspección, la empresa no contrató a gente local.
He conocido a mucha gente que piensa que las cosas pasan por algo. Que todo tiene un propósito. Cuando reconstruyo cada pieza de esta experiencia le encuentro una forma. Como si realmente esto (que trabaje de vigilante en una obra, que me dé cuenta de que no tomaban gente local) hubiera ocurrido por algún motivo. Al terminar de escribir esto siento que, a pesar de todo, no he logrado nada. Aquellos que no consiguieron el laburo allá por octubre, seguro se fueron a algún lugar de la costa a laburar. Alguno se quedará para siempre por allá, y otro volverá a reencontrarse con su familia en marzo o en abril. Ojala que, al menos, a alguno le sirva esta información de un Infiltrado.

[1] Históricamente el Ejército y la Policía y sus derivados de nuestro país han sido funcionales a los sectores dominantes: desapareciendo, torturando o reprimiendo. Aunque también debo reconocer que he conocido policías que no se ajustan al estereotipo de milico (autoritario, abuso y rudo) sino que eligen esta profesión para defender a los más débiles e impedir que se cometan delitos.
[2] Más de la mitad de la población de Las Termas de Río Hondo emigra en verano a otras provincias en busca de trabajo

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