viernes, 26 de febrero de 2010

Lo que dice el arte, es ideología.

Si grita pidiendo verdad en lugar de auxilio,

si se compromete con un coraje que no esta seguro de poseer,

si se pone de pie para señalar algo que está mal pero no pide sangre para dirimirlo,

entonces es rock and roll

Pete Townshend

Cuando una persona analiza una expresión artística (como puede ser el caso de un texto literario o de una pieza musical) contempla dos aspectos de esa manifestación: lo estético y el contenido lingüístico. Si una canción está en un idioma que no conoce (Inglés), y aún así esa expresión le resulta agradable o conmovedora, lo que el sujeto aprecia es el lado estético de esa expresión. Lo estético sería la forma, la estructura de algo. En este caso, lo estético, es el ritmo, la melodía, la combinación de sonidos y silencios: la estructura del tema. Un punk, por ejemplo, tiene una estética distinta a un blues. Usando distintas estéticas se puede decir (lingüísticamente) lo mismo: “Mi novia me ama. Mi novia me dejó”, en tono de jazz, o en tono de reguetón.

A principios del siglo XIX cuando se consolida la producción capitalista, cuando se consolidan las industrias, las urbes, el glamour de algunos sectores sociales, y la marginación de campesinos y obreros, los artistas (sobre todo escritores) comienzan a darle preponderancia al contenido lingüístico de sus obras, criticando y denunciando las injusticias del nuevo orden social. El arte no sólo perseguía un fin estético, sino que se comprometía con una causa.

En el Siglo XX cuando aparecen los nuevos instrumentos de comunicación, la música se vuelva masiva y, por lo tanto, este arte reemplaza a la literatura como una de las manifestaciones artísticas de mayor influencia social.

A mediados del siglo XX surge en Estados Unidos un nuevo género musical: el Rock And Roll. Este estilo nace en una época de agitación política que tuvo a los jóvenes como principales protagonistas, por lo que esta manifestación artística desarrolló una importante dimensión lingüística política. Mientras que los demás géneros musicales continuaban abordando temáticas sentimentales (mi novia me ama, no me ama), el rock, en líneas generales, se refería al medio ambiente, a la paz, a las guerras, a las desigualdades, a la represión, a la libertad. Por eso es que del rock y de los rockeros se espera un mayor compromiso social, una mayor dimensión lingüística que se refieran a problemáticas sociales y siempre desde determinada postura ideológica (Izquierda).

En la década del 80 Carlos Solari (El Indio), publicó en una revista perteneciente a la cultura rock un ensayo que tenía el título “El Rock no es Ideología”. En ese texto el artista desarrolla dos tesis, por un lado plantea que el “rock nacional” no existe. Que el rock es una expresión universal, por lo tanto no tiene sentido plantear el tema como una cuestión nacionalista (lo nuestro contra lo extranjero) ya que el rock es una expresión universal. Ese texto aparece en la época en que el conflicto por las Islas Malvinas había despertado el nacionalismo de distintos sectores y en el que la dictadura militar censuraba a los artistas extranjeros. Por otro lado plantea que el rock no parte de un dogma o ideología. Afirma que el descontento que unía a la generación que hacía rock no significaba que adherían a un dogma o a una ideología. No pretendo corregir al, sino reformular el título de esa nota: el rock no es ideología, pero lo que se dice a través del rock sí lo es. Aunque no esperemos que esa ideología coincida en todos los artistas de este género, ni esperemos que estas miradas coincidan necesariamente con las miradas de grupos de izquierda. Lo que se dice por medio de esa estética puede plantearse desde cualquier punto de vista ideológico y debe reconocerse que el rock también cantó, canta, y cantará sobre que “la novia lo dejó, o que la novia volvió”.

Entonces no debería sorprendernos que aparezcan rockeros que opinan desde la derecha sobre las condiciones sociales, sobre la inseguridad, sobre la economía, sobre la política; o no debería sorprendernos que esta manifestación artística no priorice la dimensión social.

De alguna manera esta idea terminó de cerrarme cuando entrevisté a Diego Arnedo, bajista de Divididos. No quiero decir que este artista no tenga compromiso, o que sea de derecha o de izquierda, (ya que uno no puede conocer a una persona en 20 minutos de entrevista), sino que sobre el final del diálogo que tuvimos me dijo algo que terminó de redondear esto.

Cuando le consulté qué opinaba sobre esta especie de compromiso político de los rockeros nacionales ante distintos temas sociales (Luis Alberto Espineta apoyando campañas de educación vial, opinando sobre “la inseguridad”; Andrés Calamaro opinando sobre la despenalización del consumo privado de drogas; un artista de Las Manos de Filipi postulándose a candidato por el Partido Obrero) el músico respondió:

“Nosotros estamos haciendo distintos shows benéficos, pero la ayuda del rock no es más importante que la de cualquier tipo de ayuda. Uno en cualquier lugar que está puede hacer algo, tampoco hay que darle tanta importancia al rock.

Ricardo Mollo, cantante de Divididos completo comentando: “con Luis (Espineta) nosotros colaboramos con el tema de la educación vial. Todos los 8 de diciembre tocamos en beneficio de los padres de la tragedia de Santa Fé, y en este nuevo disco (Amapolas del 66 que sale en marzo) hay una canción dedicada a los chicos. Este domingo, por ejemplo tocamos en Buenos Aires, en un lugar bastante grande, con el objetivo de recolectar alimentos no perecederos para distintos comedores comunitarios”.

Vale aclarar que debido a que el periodismo, en líneas generales, toca este tipo de temas con el objetivo de polemizar, muchos artistas se cuidan de exponer sus posturas políticas ante los medios de comunicación para no ser tergiversados o manipulados, y por ello muchos de ellos realizan distintas tareas sociales sin mediatizar la cosa.

Para completar este tema de las expresiones artísticas comprometidas socialmente me voy a referir a otro género musical: el folclore, específicamente el folclore de Santiago del Estero.

Cuando terminó el gobierno de los Juárez en esta provincia, numerosos artistas locales publicaron canciones en las que criticaban este período, sin embargo desde que asumió el actual gobernador, muchos de estos artistas han dejado de lado ese aspecto de sus manifestaciones. Si esto se debe a que los músicos están de acuerdo con las políticas que se están llevando a cabo en la actualidad, o que están en otro estado de ánimo o artístico, se respeta esta situación. El problema es que muchas de las políticas de la actual gestión son similares a esas políticas que criticaron. Un ejemplo claro de ello es la manera en que el gobierno actual ha tratado el conflicto de la salud en este pago.

Esta semana tuve la oportunidad de conversar con un músico de la provincia que me decía que en una de sus letras dice: “muchos cantan penas sociales, yo canto penas de amor”. El se consideraba un ciudadano más que no podía hacer muchas cosas. Para él, es el pueblo el que debe movilizarse. De alguna manera es cierto lo que dice, pero si uno considera que los artistas, (sobre todo los músicos), tienen la posibilidad de llegar a más personas, su peso social es distinto. Por esto resulta significativo que se refieran, apoyen, o militen en causas sociales genuinas. ¿Qué tendría más resonancia: que acompañen la marcha del personal de salud un grupo de vecinos de cualquier localidad, o que la acompañen los artistas más importantes de la provincia brindando un show en esos actos?

Volviendo al tema principal: las manifestaciones artísticas, cualquiera sean su estética (pop, cumbia, rock, folclore, tango), tienen la posibilidad de referirse a cuestiones sociales y de llegar a una gran cantidad de personas. Por esto pueden influir en la sociedad más que cualquier ciudadano y, aunque estos artistas “no puedan cambiar el mundo, pueden cambiar la forma en que lo miramos”.

miércoles, 27 de enero de 2010

Infiltrado (Primera Parte)

Cuando comencé a trabajar para SECUS, la empresa de Seguridad Privada que se instaló en Las Termas de Río Hondo en el año 2009, me tomé el laburo como algo anecdótico, como una experiencia insólita e inesperada. Aunque me daba gracia asumir el rol de “vigilante”, lo cierto es que necesitaba el trabajo y lo tomé.
Me tocó cuidar el predio en el que se estaba construyendo la nueva Escuela Técnica N° 7. Los fines de semana, cuando lo obreros no trabajaban, tenía que recorrer la propiedad y controlar que nadie intentase robar los materiales con los que edificarían el establecimiento escolar. Aunque, a simple vista, esto parezca una tarea simple, la monotonía del trabajo (caminar-sentarse-observar-caminar-sentarse elevado a la octava hora) vuelve el tiempo demasiado lento. Por eso es que, además de sentirme incómodo por cuestiones ideológicas con el trabajo[1], el laburo no me agradaba.
Esto se acentuó cuando conocí a quien denominaría Terminator II, y se agravó cuando mi “jefe” me llamó la atención (ja). Terminator II es el compañero de trabajo que me reemplaza, le puse así porque el día que lo conocí cayó al trabajo en una moto grande (tipo XLR), con gafas redondas, y la pose de un tipo serio y rudo. Sus rasgos me recordaban mucho al policía que perseguía a Terminator en la segunda saga de la película. Con un tono distante me dijo: “yo soy el jefe del personal”. Pero no sólo me decía eso. Con esa expresión me decía: “Yo Mando. ¡Firmes! Cuerpo Tierra. Lagartijas. ¡Señor, sí, Señor!” Con el paso de los días, se mostraría un poquito más agradable, y algunas veces me cuenta sus aventuras de vaquero texano. Igual, trato de no confiarme ni de darle motivos para que se moleste.
Luego de este episodio, “mi jefe” me encontró con la computadora en mi puesto de vigilancia. Me ordenó que no la traiga más. Que me corte el pelo y que me pusiera la camisa por adentro. ¡Señor, sí, Señor! Esto terminó de convencerme de que este no era un trabajo para mí, de que no tengo el supuesto perfil que debe tener un “guardián del orden viril”. Que no soy ni serio ni rudo. Igual decidí que, hasta que no me despidan, o hasta que no consiga otro empleo, voy a seguir en este trabajo porque necesito la guita.
Tiempo después me tocó atender a un montón de personas que venían a preguntar si estaban tomando gente para la obra o para la vigilancia. Uno de ellos se quedó una siesta conversando un rato conmigo. Me contó que no se había ido a la costa[2] porque su esposa estaba embarazada. Que hace unos días había dado a luz a su cuarto hijo. Que el parto le provocó una hemorragia y tuvo que ser trasladada al Hospital Regional Ramón Carrillo de Santiago del Estero. Que allí tuvo que compartir la cama con otra persona porque no había lugar. Y que ahora estaba tirando con un par de changas. Cuando se fue me quedé pensando: “Mierda que está jodido para todos. Gracias Dios por el laburo. Tengo que valorarlo más. Tengo que dejar de ser un pendejo caprichoso y egoísta”.
Luego recordé que la mayoría de los que trabajaban en la obra, tenían el acento de la gente de la capital de la provincia. (Qué haces). Aparentemente muy pocos obreros eran de la ciudad. Esto me pareció injusto, y no por caer en un localismo fanático, sino que consideraba que lo más lógico sería que, una obra que se está llevando a cabo en nuestra territorio, genere trabajo para la gente local.
Así que comencé a investigar sobre el tema. Primero conversé con María Gabriela Ávila, la arquitecta que renunció luego de estar tres meses dirigiendo esta obra. Ella me contó que una de las causas que había desgastado su relación con la empresa Constructora Gaona fue que, desde un principio, le advirtieron que “no se le ocurra tomar obreros termenes porque eran quilomberos”. “Parece –me dijo ese día- que hace varios años construyeron un barrio y tuvieron problemas con algunos trabajadores de acá, pero eso no es motivo –reflexionaba la arquitecta- para generalizar y prejuzgar a todos los trabajadores”. Así que la primer parte de la edificación de la escuela y de un barrio se inició con doce trabajadores de la capital de la provincia. Con el paso del tiempo se dieron cuenta de que esto no les convenía y comenzaron a tomar gente local. “Mucha gente –recuerda Gabriela- iba a pedir trabajo porque no se querían ir para la costa”. Tiempo después varios me recomendaron que hable con Santiago Jugo, Secretario de Finanzas de la Seccional Santiago del Estero de la Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina. Cuando lo fui a ver, el delegado de nuestro Departamento (Río Hondo) en la Uocra, me contestó que “no existía un reglamento que determinase que una empresa que realiza una obra en una localidad deba tomar gente de esa zona”. Me contó que “eso se conseguía gestionando ante la empresa, y que ellos siempre piden que un %80 del personal sea del Departamento y un %20 de otros lugares”. Cuando le comenté que la empresa Gaona había comenzado la obra sin gente local me respondió que “eso no era tan así, que ahora iban a ingresar muchos trabajadores. En febrero te puedo dar las planillas –me informó-. Como conocía que una empresa que está haciendo una escuela en Yutu Yacu tampoco había contratado gente local, le consulté sobre esta irregularidad. “La empresa que está haciendo esa obra –me dijo- es la compañía JDP construcciones. Cuando tomamos conocimiento de que no habían contratado gente local, nos dirigimos con Inspectores de la Secretaría de Trabajo al lugar y levantamos un acta”. Irónicamente esa obra, que comenzó en el año 2008 y que debió terminar ese año, sigue inconclusa y, aunque supuestamente se realizó esa inspección, la empresa no contrató a gente local.
He conocido a mucha gente que piensa que las cosas pasan por algo. Que todo tiene un propósito. Cuando reconstruyo cada pieza de esta experiencia le encuentro una forma. Como si realmente esto (que trabaje de vigilante en una obra, que me dé cuenta de que no tomaban gente local) hubiera ocurrido por algún motivo. Al terminar de escribir esto siento que, a pesar de todo, no he logrado nada. Aquellos que no consiguieron el laburo allá por octubre, seguro se fueron a algún lugar de la costa a laburar. Alguno se quedará para siempre por allá, y otro volverá a reencontrarse con su familia en marzo o en abril. Ojala que, al menos, a alguno le sirva esta información de un Infiltrado.

[1] Históricamente el Ejército y la Policía y sus derivados de nuestro país han sido funcionales a los sectores dominantes: desapareciendo, torturando o reprimiendo. Aunque también debo reconocer que he conocido policías que no se ajustan al estereotipo de milico (autoritario, abuso y rudo) sino que eligen esta profesión para defender a los más débiles e impedir que se cometan delitos.
[2] Más de la mitad de la población de Las Termas de Río Hondo emigra en verano a otras provincias en busca de trabajo

martes, 24 de noviembre de 2009

El día que me vendí

El día que me vendí merendaba en un departamento de San Miguel de Tucumán.
Una traición suele perturbarnos: cuando la planificamos, cuando la llevamos a cabo y cuando la tenemos que ocultar; sin embargo, esa tarde, merendaba tranquilo. Reía mientras comía unas tostadas que mojaba en una tasa de Té con leche. Nada de esa merienda presagiaba lo que se venía: el departamento estaba iluminado, los presentes reíamos, todo estaba en su lugar. Everything in the right place.
Pero en otra ciudad, otra persona marcaba mi número.
Pero en otra ciudad una persona agendaba un viaje, una entrevista y un show.
Era jueves. “Otro jueves como los demás. Demasiado martes. Demasiado igual.”
Hasta que sonó mi teléfono.
-¿Hola?
-¿Cómo andás Edu? Soy Lucas Tamer- (Lucas Tamer es un productor joven de Termas de Río Hondo, trae artistas, shows y espectáculos a la ciudad).
-Eh hermano, ¿cómo va?
-Bien che, mirá te llamo porque este sábado lo traigo a Leo Matiolli al Centro Cultural, y te quería preguntar si podés hacer un programa especial sobre él y hacerle una entrevista. Te pago $50 la hora.

(Sí, $50 la hora)

En ese momento no contesté que mi programa era de Rock, que me había formado escuchando la Renga, Los Stones, Los Redondos, que pasar ese tipo de música (cumbia), para que me escuchen, o para que me paguen, constituía, en este ambiente, una traición. El tipo que no se haya formando escuchando este género, el tipo que no haya leído nunca la Rolling Stone, el tipo que no se haya conmovido nunca con un disco, con una canción, con esa forma de ver y sentir el mundo, que no haya tomado un vino o una cerveza en la vereda de una esquina de barrio hablando sobre una letra del Indio no va a entender este dilema; si siempre fue un tipo que dijo “yo escucho de todo”, no va a entender que uno sienta que se vendió por hacer un programa especial de Leo Matiolli, o que esto le parezca traicionarse.
A pesar de esa sensación que sentiría después, contesté:
-“Meta hermano, mañana arreglamos”.
Ese sábado, por temor a ponerme nervioso, lo invité a un amigo a conducir conmigo el programa. A Pablo Morales la invitación no le generó ningún dilema y aceptó.
Eran las 17:50 y yo preparaba todo en el estudio de FM 92.5 Radio Ciudad. La noche anterior Lucas me había dado un disco de Leo que tenía temas viejos que me gustaban. Arranco: “muy buenas tardes”…...
Llega Pablo. Conversamos un rato.
A las 18:30 se estaciona una camioneta lujosa.
Lo voy a recibir.
Y sí, baja Leo Matiolli y una chica.
“Bienvenidos…”. Tenía puesta una chomba rayada y un pantalón negro. Un tipo grandote este Leo Matiolli. Se sienta en el estudio, lo presento, y le hago la primer pregunta: “con qué Show se va a encontrar le gente, con qué Leo Matiolli”. Y la respuesta me sorprende: me dice que dejó de tomar pastillas por recomendación del psiquiatra, que dejó el whiskey, y que ahora tomaba agua durante el show. Epa, no me esperaba ese arranque. Que iban a escuchar canciones de todas sus etapas y algunos temas nuevos. Que no usaba Internet. Que recibía mucho cariño de la gente. Que tenía varias anécdotas con mujeres de Termas. Que la mujer era un diamante que había que cuidar. Me contó qué cantantes escuchaba cuando era joven. Que agradecía a dios por su recuperación. Que Mirtha Legrand lo había discriminado (ja). Y de un momento a otro comenzamos a reírnos. No sólo me sorprendió lo que me contaba sino que me sorprendió cómo me lo contaba: supuse que me iba a encontrar con un tipo soberbio, orgulloso, vanidoso, lleno de joyas y caprichos; pero no, el Leo Matiolli de esa tarde era un tipo sencillo que se sentía cómodo, suelto, que se reía. También conversamos con Natalia, su compañera; ella parecía más reservada, pero igual de sencilla y tranquila. Al final cantaron a capella. La vereda de la radio se llenó de changuitos que lo esperaron para pedirle autógrafos. Algo nos comentaba cuando su celular comenzó a sonar, no lo quiso atender y siguió conversando con nosotros. La persona que lo llamaba insistió hasta que finalmente atendió. Tras escuchar algo del otro lado, se despidió rápido.
Media hora después nos enteraríamos que un integrante de su banda había muerto en la habitación del hotel y que el show se había suspendido. La mina que había ganado su entrada, por participar del concurso que había hecho en el programa, no me creía. Mi viejo tampoco. Me decía que era un invento para suspender el show porque no iba a ir nadie. El único que me creyó fue un médico amigo, le comenté que aparentemente el integrante de la banda habría muerto tomando un baño termal. Y ahí me explicó algo que aprendí ese día.
Se recomienda que todas las personas se hagan una revisación médica antes de tomar estos baños, ya que como todo medicamento tiene indicaciones y contraindicaciones. El baño con agua termal resulta positivo para el tratamiento de distintos tipos de patología: enfermedades de la columna vertebral, (lumbago, ciática, etc); enfermedades crónicas de las articulaciones (fundamentalmente, artritis y artrosis); enfermedades del sistema muscular y de la piel; dependiendo de la enfermedad que se va a tratar se recomienda determinada cantidad de baños, de tiempo, y temperatura. Si la persona tiene enfermedades de órganos vitales: hipertensión, insuficiencia cardíaca, coronaria, etc, el médico es el único que está autorizado para indicar cuál es el baño correcto (cantidad, tiempo, temperatura). Lamentablemente la mayoría de las personas no se realizan revisaciones médicas antes de tirarse a la pileta del hotel, o antes de llenar las piletas de sus baños privados. Lamentablemente hay pocos especialistas que alertan sobre esto. Lamentablemente son pocos los que quieren que se difunda esta información y que se exija la presentación de un carnet que autorice que una persona puede tomar baños de agua termal, y que paralelamente indique de qué forma debe tomarlo. Lamentablemente el Estado Municipal no impulsa políticas de control y regulación en esta materia.
Dos meses después el León Santafecino volvería y tocaría en la ciudad.

lunes, 26 de octubre de 2009

Les mojaron la oreja

Los provocaron,
Los humillaron,
Y se rieron,

Los presionaron,
Los agredieron,
Y se rieron

Los molestaron,
Los insultaron,
Y se rieron

Los ignoraron,
Los amenazaron
Y continuaron riéndose.

En diferentes lugares
Y a distintas personas
Les mojaron la oreja,
Los humillaron.

Lo hicieron porque eran más grandes
y más fuertes
Lo hicieron porque sentían que podían hacerlo.
Lo hicieron porque sabían que los demás
no se iban a meter.
Lo hicieron porque tenían cómplices que se reían.
Lo hicieron porque alguien les susurró que lo hagan.

Lo hicieron, y lo hacemos,
Porque somos hijos de puta.

El humillado sintió una sensación rara.
Se ahogaba
Pero también rebalsaba.
Como un dique reventando,
desgarrándose, temblando.

La presión del río marcaba grietas en sus manos,
En sus ojos,
En su frente.

El oprimido fijó su mirada en el suelo
y se hundió en la tierra.

Para él, la cancha de su barrio estaba en silencio.
Para los demás, el cuadrilátero ardía.

El infame volvió a avanzar,
Con la intención de mojarle la oreja,
Pero esta vez sintió la furia
de la furia.

El infame era roca.
Y el herido era mar
Y también ola.
Cuando chocaban eran ruido.
Cuando chocaban eran grito.
Cuando chocaban eran basta.
Basta.
Basta.
Basta.
Basta.
Basta.

lunes, 19 de octubre de 2009

El ilusionista

Casi por unanimidad se afirma que la década del 90, fue la década de la ilusión. Esa "ilusión” tiene dos sentidos: por un lado simboliza la esperanza que se había despertado en un gran número de personas que creía que el modelo político-económico Neoliberal que se estaba implementando en el país generaría trabajo, estabilidad, progreso; por otro lado esa ilusión hace referencia al engaño que se estaba llevando a cabo. Los ilusionistas eran los que aseguraban que el crecimiento económico de algunos favorecería a todos; los ilusionistas eran los que sostenían que privatizando, concediendo y entregando se lograba eficiencia, transparencia, competitividad, rentabilidad; los ilusionistas eran los que justificaban la desaparición del Estado, del gasto social, de la escuela y del hospital público; y los ilusionistas poseían las herramientas para crear este artificio: los medios de comunicación, que ocultaban las voces que denunciaban el engaño, borraban las evidencias de la ilusión, y las huellas de sus creadores. Todos asistimos a esa fascinación.
En esos años apareció el Show de Video Match. Creo que comencé a ver este programa en el año 2000 (puede haber sido antes o después). Recuerdo un tren, recuerdo un tema de los Beatles, recuerdo papelitos, lo recuerdo a él con pelo largo, con el pelo corto, comiendo alfajores, riéndose de Escoltore, de Hope; recuerdo Grandes Poesías de Pequeños Autores, recuerdo a Deportes en el Recuerdo, a los Raporteros, a las Cámaras Ocultas, el gran discurso y la gran ironía sobre la acusación que Fernando de la Rúa le había hecho a él y a su programa sobre la responsabilidad que tenían en la caída de su gobierno, sé que si me esforzara recordaría otras cosas, pero con estas me alcanzan para decir: soy de la generación de los y las Tinellis.
Pasó el tiempo, y él se transformó en uno de los personajes más importantes de la Televisión Argentina y su programa en el más exitoso. Algunos comenzaron a alertar sobre lo que significaba esto; sin embargo, aunque leía las críticas que le dirigían a él, siempre consideré que era un tipo talentoso: tiene una excelente dicción (nunca se equivoca cuando habla), tiene tacto, maneja los tiempos, los ánimos, los códigos, tiene un gran sentido común, y, sin dudas, es inteligente. Lo acusaban de hacer un circo, de copiar ideas, de no estimular el pensamiento crítico ni el debate político, y yo lo defendía afirmando que estos eran argumentos de gente antipática y aburrida.
Sigo reconociendo su talento pero me he convertido en un “antipático”: ya no comparto que todo se trate de un negocio, de una conveniencia, de un show, de una ilusión que, supuestamente, nos alegra y nos beneficia a todos.
Desde un tiempo atrás su programa es el de mayor rating en el país, y en parte esto se debe a que una cantidad importante de sus productos fueron de una gran calidad humorística. Sin embargo, desde hace unos años, éstos se han deteriorado: hoy su figura y su programa no presentan ninguna novedad, ni atractivo. Paradójicamente estos años coincidieron con el período en que este programa comenzó a rebotar en otros, y a generar una agenda mediática interna. Irónicamente estos años coincidieron con el período en el que la Televisión comenzó a ser autorreferencial, y numerosos programas se dedicaron a repetir, repasar y analizar lo que pasa en otros programas, existe sólo lo que se ve en la tele, sólo lo que se vende (rating), y todos comenzaron a rendirle culto al show.
Así como resulta una ingenuidad acusarlo de haber causado la caída de un presidente, tampoco se lo puede señalar como el único responsable del deterioro de la cultura audiovisual. No obstante, no debemos perder de vista que no es un simple conductor sino que se ha convertido en un gran empresario y sus decisiones, planteos, y posturas repercuten en la sociedad mediática, virtual y real.
Esta semana pronunció un discurso en el que planteó, principalmente, que la violencia, la tensión y la división social deben dejarse atrás, y manifestó que para superar esto deberíamos cambiar varias cosas. Propuso que comencemos a pensar que el problema del otro, es un problema nuestro. Propuso que tenemos que dejar de lado las críticas. Propuso pensar en el bien común. Propuso que este es un buen momento para comenzar a servir y ayudar a otro, que este es un buen momento para ser solidarios. Y aunque coincida con varios de sus planteos, se me hace necesario ampliar y aclarar varios puntos. Sobre el final de su discurso se refiere a los que tienen poder desvinculándose de ese grupo, algo que no se puede aceptar si recordamos el peso de su figura a nivel social, y la posición económica del conductor. Él es parte del poder y podría, por ejemplo, modificar los contenidos de su programa y dar espacios a segmentos educativos, informativos, de debate, de reflexión, a bloques que fomenten valores e ideas, eso haría eco en otros programas, en las radios, en los diarios, en los clubes, en los trabajos, en las casas. Esto que pasó ahora es un buen síntoma, pero debería dejar de ser algo inusual y aislado. Si esto cambiara las mujeres no serían tratadas como objetos sexuales, los medios de comunicación no se utilizarían como empresas que generan productos para obtener ganancias.
Aunque no intento desalentar los valores que menciona, debemos reconocer que el trabajo solidario puede resolver problemas puntuales y particulares, pero la violencia, la tensión y la división social-global van a seguir existiendo mientras se mantengan las desigualdades materiales existentes.
El ilusionista montó un show en el que nada era más importante que la diversión, en la que nada pasaba, en la que todos reíamos entretenidos, en la que los hombres y las mujeres eran objetos, en la que lo privado era una broma, y lo público un negocio. Por último borró todas sus huellas y declaró que esta ilusión no era obra suya, que era de todos, y así se quito poder y responsabilidad en este artificio.
Cambiar el canal es una forma de pedirle que cambie.

viernes, 2 de octubre de 2009

Violencia, muerte y resurrección

Existen un gran número de pensadores que aquellos que han pasado por las distintas etapas de la educación formal conocen: Karl Marx, Adam Smith, Jean Jaques Rousseau, Immanuel Kant, Rene Descartes, Aristóteles, Platón y Sócrates, son algunos de los autores que están dentro de ese grupo. Independientemente de la carrera que se haya elegido, en algún momento, tuvimos que escuchar, leer y estudiar algunos de sus planteos.

Lo cierto es que uno no siempre lee sus obras, sino las interpretaciones que otros pensadores, hacen de sus pensamientos. Supongo que, entre otros factores, el paso del tiempo demanda que esos intermediarios actualicen y resuman esas ideas para que podamos entenderlas. No obstante, esa interpretación no es una actividad neutral, este intermediario dota de nuevos sentidos esas ideas originales. No es mi intención poner en tela de juicio la fidelidad de esas interpretaciones, no, lo que propongo, simplemente, es que volvamos a las fuentes.

En una oportunidad encontré un libro que se llamaba algo así como “Las Grandes Entrevistas de Todos los Tiempos”. Entre los entrevistados se encontraban Marx, Freud, Mussolini, Hitler, Stalin, Roosevelt. Pensé que se trataba de algo valioso: la oportunidad de escuchar de forma directa a estos personajes. Recuerdo que en la entrevista que un periodista norteamericano le había hecho al autor de “El Capital”, descubrí algo que me alegró. El alemán aclaraba que, aunque el no creía en Dios, respetaba las creencias de los demás. Posteriormente, los hombres que interpretarían sus ideas no considerarían esto y, en distintas regiones de lo que fue la Unión Soviética, se persiguió y se reprimió a hombres de Fe. Al menos eso le sucedió al abuelo y al padre de Andrey, un compañero Ruso que estudió conmigo en la Universidad Adventista del Plata, en Entre Ríos. Cursando materias de Comunicación Social nos conocimos. Una mañana le propuse que hiciéramos una entrevista para un programa de radio que al final no haría. Esa mañana me contó eso: que su abuelo y su padre fueron agredidos, de una manera u otra, durante el período en el que en ese territorio se había configurado un aparente orden social comunista. Su abuelo y su padre fueron pastores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día por aquellos años. Por este y otros casos, distintos sectores religiosos interpretaron que este sistema y el cristianismo no podían coexistir.

Luego de la caída del muro de Berlín en 1989, del fin de la Guerra Fría, y de que se conocieran los abusos llevados a cabo durante ese régimen, se instaló la idea de que el comunismo, como sistema político-económico, había fracasado. Políticos, pensadores, periodistas, profesores, pastores, curas, vecinos, lo repetían en distintos ámbitos. “Se trató de una utopía, que no se pudo llevar a cabo” decían resignados, o jubilosos.

En la entrevista que les mencionaba primero, Marx le decía a su entrevistador que la lucha de clases era inevitable; los oprimidos de Rusia y de Cuba serían los primeros en reaccionar ante la violencia de los sectores dominantes. Estos y otros hechos, movilizarían a diversos grupos de distintas puntos del mundo a ir detrás de esta nueva esperanza. Tras la denominada “muerte del comunismo”, estos focos de conflicto se apagaron. Si agregamos que en la actualidad se plantea que los grupos que reivindican este sistema son sectores violentos y extremistas, tendríamos que decir que la definición de comunismo o de izquierda, vigente en nuestro imaginario social, es la siguiente: el comunismo es un sistema utópico, en el que creen los jóvenes y algunos viejos que fueron hippies, que se instala violentamente; que ejerce el poder utilizando métodos totalitarios y opresivos. Lo que nos queda, nos proponen, es aceptar este sistema político (democracia) y económico (capitalismo) declarados como los “menos malos” de todos los posibles. Esta creencia te niega la posibilidad de soñar, de pensar, y de participar en proyectos que se propongan corregir o superar esto.

Retomemos la imagen de la muerte del “Comunismo” y de la “Izquierda Violenta” para replantearlas. Si partimos de la base de que “violencia es mentir”, de que violencia es mantener una producción y una distribución que benefician a grupos minoritarios, de que violencia es que haya hambre en un mundo que produce alimentos para tres planetas, debemos reconocer que la violencia no la inician los sectores que ni armas tienen. Violencia es que no haya trabajo, escuela, ni hospital. Violencia es que te repriman por reclamar por el cumplimiento de estos derechos. Esta violencia es planificada, argumentada, y atenuada por leyes y normas. Esto es lo que un autor llama “la burocratización del mal”. Lo otro, es lo inevitable, la reacción pura, eso que llaman barbarie.

Para discutir la idea de la muerte del comunismo parafraseo lo que plantea Noam Chomsky, ¿cómo se puede hablar de la muerte de un sistema que nuca tuvo vida? Para este autor el sistema que se desarrolló en la URSS nada tenía que ver con lo que había concebido Karl Marx. Y acá volvemos al principio: ¿a qué denominamos zurdo, marxista, comunista, socialista? ¿Qué fue lo que murió? ¿De eso se trataba el socialismo?

Por eso es necesario que volvamos a las fuentes, y con esto no sólo me refiero a aquellos libros que interpretaron y condicionaron el desarrollo de la historia de la humanidad; lo que digo es que pensemos todo de nuevo, desde nuevos términos y paradigmas, desde nuevas perspectivas y concepciones, como se animaron a hacer otros hombres en otras épocas, y que intentemos, y que nos ilusionemos, nada más que eso. Sobre todo, lo que propongo no es la resurrección de un sistema, de un partido, de un libro, o de un autor, sino la resurrección de hombres y mujeres como personas que piensan en el otro, y que hacen por el otro.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Si en el más alto cerro me colgasen,
Madre mía, oh madre mía,
Bien sé qué amor me acompañará,
Madre mía, oh madre mía

Si me ahogase en los profundos mares,
Madre mía, oh madre mía,
Sé que lágrimas hasta mí habrán de llegar,
Madre mía, oh madre mía

Si en alma y cuerpo me viese condenado,
Yo sé bien qué oraciones me salvarán,
Madre mía, oh madre mía

Rudyard Kipling


El ejército

Un homenaje a mi madre y a las madres que todavía caminan buscando a sus hijos.

Hay personas que recuerdan lo que sueñan. Otras que nunca recuerdan nada. Para un grupo los sueños son confusos. Para otros, los sueños, sueños son. Finalmente también están aquellos para los que sus sueños comunican y se animan a descifrar su significado. Para ellos, los sueños, las señales, son, como muchas otras cosas, una cuestión de fe y de amor.
I
El correo llegó mientras ella se preparaba para tomar el café. Estaba oscureciendo, la presencia sutil del viento agitaba los pétalos de las flores y las hojas de las plantas que adornaban el frente de la cabaña en la que, alguna vez, había vivido el joven aquel que temblaba, encerrado en su habitación.
Además de madera, la casa estaba construida de ladrillos a la vista, cientos de esas piezas colocadas en forma horizontal, separadas por pinceladas de cemento, que dibujaban un cuadro para cada una de ellas. Una ventana, una puerta, una puerta y una ventana, de esa sucesión, de derecha a izquierda, se componía el frente. Las persianas de madera con rejillas, se abrían hacia fuera, las ventanas, hacia dentro. Las primeras, en los dos casos, estaban abiertas de par en par.
La claridad, que iba menguando, dejaba observar el brillo de bronce de los picaportes de las puertas.
Del amplio terreno delantero del hogar se levanta un ejército de plantas distribuidos por los laterales: álamos, bignonias, helechos, eucaliptos, algarrobos, plantines, claveles, que le imprimían un tinte de color y vida a la casa en donde está sentada la señora rodeada de tres sillas, que permanecen sin ser ocupadas.
A diez cuadras, un regordete de 27 años comienza a aminorar la velocidad de su bicicleta, suelta los pedales momentáneamente y sus piernas flotan por encima de ellos, se sujeta nuevamente, y con sus dedos frena entrecortadamente. Sobre su hombro cuelga una mochila azul oscura que combina con la gorra que lleva puesta, en la que de frente se lee: Correo Argentino. (BEEep). Se tira débilmente sobre la banquina, esbozando una sonrisa a su maniobra de circo, un auto lo pasa, su conductor le dirige una mirada furtiva. “Pero cómo no te vas a la mierda”, piensa el dueño de una bici destartalada, que continúa su camino.
Esta vez, el sentido que a las madres las transforma en seres místicos, que lleva a entender por qué continúan diciendo ‘mi bebé’, aun cuando el niñito muestra abundante barba y una voz ronca de años de fumar, no aparece, no se hace presente: no ve venir la avalancha de sentimientos que se concentrarán en su pecho, cuando entre sus manos tenga las hojas que él escribió con sufrimiento.
Hace unos días ella le había comentado a su marido que el Mati no llamaba hace tiempo (dos días). Él la miró, sonrió, y se levantó de la silla. Finalmente le dio un beso en la frente y se marchó. Ella pensó unos segundos más y luego levantó la mesa: primero los platos, encima de ellos los cubiertos, y finalmente los vasos.
La cocina era pequeña, junto a ella estaba el lavavajillas y enfrente una heladerita. En la casa, este espacio era un lugar de transición entre la habitación y el living. Al final de este último, se encontraba la puerta que comunicaba con la habitación de Mati.
En esta oportunidad, salvo en aquella ocasión, ningún augurio le había advertido que su hijo no se encontraba bien. Como sí había ocurrido cuando terminó con Eliana, ella lo supo, aunque ni él ni ella se lo dijeron, aunque trataran de ocultárselo. Nadie se lo había dicho. Como el día que esos muchachos le pegaron, ella ni siquiera tuvo que verlo: se había escondido todo ese fin de semana en casa de sus abuelos, sin embargo ella lo sabia, se afligió al principio cuando esa punzada en el estomago (algunas veces la revelación sobrevenía a través de un sueño) apareció súbitamente, sin embargo al escuchar su voz por el teléfono, respetó que su hijo tratase de fingir que todo estaba bien, cuando en realidad tenía una bolsa de hielo sobre sus mejillas inflamadas.
Sin embargo hubo un día en que no pudo ocultar su ánimo, esa tarde despertó con lágrimas en sus ojos. Había “visto” a su hijo en la vereda del colegio llorando con la frente apoyada en las rodillas. Se levantó de la cama, enfurecida, era ya de noche, su hijo iba al colegio por la tarde y era Adrián quien lo pasaba a buscar. Ninguno de los dos se encontraba. No era la primera vez que se dormía y despertaba al anochecer, como tampoco era la primera vez que despertaba y no se encontraban los hombres de la casa.
Estaba lista para salir cuando llegaron, él estacionó el auto, y ella inmediatamente le gritó: “¿qué estuviste haciendo que no lo pasaste a buscar?”. Padre e hijo se miraron sorprendidos, era verdad, Adrián no había podido llegar a la hora exacta a buscar a su hijo, por eso habían planeado lo que iban a mentir: helados, una vuelta, la tía, otra vuelta. Pero no. El reflejo de ambos los había declarado culpables. Días más tarde se preguntaron cómo. Ella tomó de la mano al niño, y ni siquiera miró al desgraciado que se había olvidado a su pequeño hijo. “En qué estabas pensando. Inconsciente”- le diría, en un tono no del todo conciliatorio, días más tarde.
¿Cómo?: lo supo. Nada más.
Sobre la mesa, de la que ella ve caer la tarde, hay un diario, una azucarera, una servilleta, un plato y una cuchara, de allí toma con sus dedos la oreja de la taza que está orgullosa de haber comprado, cuando escucha que alguien golpea las manos. Levanta su cabeza, y sus ojos claros, distinguen entre las rejas del portón al muchachito del correo que, como acostumbra, dejó apoyada su bici en el desvencijado cesto de la basura. Se puso de pie y se dirigió a la puerta por el sendero de la entrada. Vestía una remera salmón y un jean azul, su pelo negro y enrulado brincaban en su frente como si fuesen resortes. Abrió el portón.

II
“Hoy, alguien tocó la puerta dos veces. La tercera vez sólo fue un anuncio de que la puerta se vendría abajo.
La tiraron.
Cuando escuché el sonido por segunda vez, : “Listo” le dije, “te creo”, creyendo aún que se trataba de una broma. Y ya era tarde”.
Las ventanas de sus ojos comenzaron a acumular desesperación, se frotó los ojos como si algo le picara.
“Y entraron.
Nosotros, que estábamos sentados a la mesa, observamos confundidos, no tuvimos tiempo a reaccionar, alguien me sostenía las muñecas, y otro me sujetaba del pelo. Lo mismo hacían los otros tres con mi compañero. Noté que mis piernas se entumecían al igual que mis brazos. Lo único que podía sentir era mi corazón latiendo desesperada y desenfrenadamente. Mis pensamientos se disparaban de manera tan vertiginosa que no recuerdo ninguno. Sentía miedo.
Fueron pocos minutos, lo sé, y sin embargo.....
¿Para quién escribo?
Creo que para la misma persona en quien pensaba cuando me aseguraron que eran mis últimos minutos de vida. Para la misma persona a la que deseaba tener a mi lado.
¡Como le pegaron a él! Le pegaron tanto que, tirado en el suelo, minutos más tarde, se retorcía y tenía espasmos como si continuaran. ¡Tanta furia!
Horas más tarde, luego de que se lo llevaran, me senté en un rincón. Con la cabeza apoyada a las rodillas le pregunté a Dios, ya que no estaba ella, ¿quién? ¿por qué?
El no saber las respuestas posiblemente es lo que me permite seguir vivo.
Nadie recibirá estas hojas, aunque siempre hay alguien que las encuentra y las recuerda.
Mi nombre es Matías Gonzáles, fui compañero de habitación de un hombre que sí tenía las respuestas de aquellas preguntas. Su nombre es Roberto Esthuer: estudiante enérgico”.


III
La taza se cayó de sus manos y se estrelló en el piso.
La noche se había apoderado del jardín engendrado en sus brazos.

IV
Despertó bruscamente.
Angustiada.
Se sacó de encima las colchas y comenzó a vestirse.
-Vamos a tener que comprar una taza nueva amor- le dijo Adrián al verla despierta.
Sin prestarle atención, continuó vistiéndose.
- Encedé el auto. Vamos a buscar a Matías.
- Pero mujer, hoy es martes.
Lo observó y no hizo falta explicar nada.
Con esta sensación se levantó cada día, a partir de este, un ejército de madres.

Design by The Blogger Templates

Design by The Blogger Templates