lunes, 26 de octubre de 2009

Les mojaron la oreja

Los provocaron,
Los humillaron,
Y se rieron,

Los presionaron,
Los agredieron,
Y se rieron

Los molestaron,
Los insultaron,
Y se rieron

Los ignoraron,
Los amenazaron
Y continuaron riéndose.

En diferentes lugares
Y a distintas personas
Les mojaron la oreja,
Los humillaron.

Lo hicieron porque eran más grandes
y más fuertes
Lo hicieron porque sentían que podían hacerlo.
Lo hicieron porque sabían que los demás
no se iban a meter.
Lo hicieron porque tenían cómplices que se reían.
Lo hicieron porque alguien les susurró que lo hagan.

Lo hicieron, y lo hacemos,
Porque somos hijos de puta.

El humillado sintió una sensación rara.
Se ahogaba
Pero también rebalsaba.
Como un dique reventando,
desgarrándose, temblando.

La presión del río marcaba grietas en sus manos,
En sus ojos,
En su frente.

El oprimido fijó su mirada en el suelo
y se hundió en la tierra.

Para él, la cancha de su barrio estaba en silencio.
Para los demás, el cuadrilátero ardía.

El infame volvió a avanzar,
Con la intención de mojarle la oreja,
Pero esta vez sintió la furia
de la furia.

El infame era roca.
Y el herido era mar
Y también ola.
Cuando chocaban eran ruido.
Cuando chocaban eran grito.
Cuando chocaban eran basta.
Basta.
Basta.
Basta.
Basta.
Basta.

lunes, 19 de octubre de 2009

El ilusionista

Casi por unanimidad se afirma que la década del 90, fue la década de la ilusión. Esa "ilusión” tiene dos sentidos: por un lado simboliza la esperanza que se había despertado en un gran número de personas que creía que el modelo político-económico Neoliberal que se estaba implementando en el país generaría trabajo, estabilidad, progreso; por otro lado esa ilusión hace referencia al engaño que se estaba llevando a cabo. Los ilusionistas eran los que aseguraban que el crecimiento económico de algunos favorecería a todos; los ilusionistas eran los que sostenían que privatizando, concediendo y entregando se lograba eficiencia, transparencia, competitividad, rentabilidad; los ilusionistas eran los que justificaban la desaparición del Estado, del gasto social, de la escuela y del hospital público; y los ilusionistas poseían las herramientas para crear este artificio: los medios de comunicación, que ocultaban las voces que denunciaban el engaño, borraban las evidencias de la ilusión, y las huellas de sus creadores. Todos asistimos a esa fascinación.
En esos años apareció el Show de Video Match. Creo que comencé a ver este programa en el año 2000 (puede haber sido antes o después). Recuerdo un tren, recuerdo un tema de los Beatles, recuerdo papelitos, lo recuerdo a él con pelo largo, con el pelo corto, comiendo alfajores, riéndose de Escoltore, de Hope; recuerdo Grandes Poesías de Pequeños Autores, recuerdo a Deportes en el Recuerdo, a los Raporteros, a las Cámaras Ocultas, el gran discurso y la gran ironía sobre la acusación que Fernando de la Rúa le había hecho a él y a su programa sobre la responsabilidad que tenían en la caída de su gobierno, sé que si me esforzara recordaría otras cosas, pero con estas me alcanzan para decir: soy de la generación de los y las Tinellis.
Pasó el tiempo, y él se transformó en uno de los personajes más importantes de la Televisión Argentina y su programa en el más exitoso. Algunos comenzaron a alertar sobre lo que significaba esto; sin embargo, aunque leía las críticas que le dirigían a él, siempre consideré que era un tipo talentoso: tiene una excelente dicción (nunca se equivoca cuando habla), tiene tacto, maneja los tiempos, los ánimos, los códigos, tiene un gran sentido común, y, sin dudas, es inteligente. Lo acusaban de hacer un circo, de copiar ideas, de no estimular el pensamiento crítico ni el debate político, y yo lo defendía afirmando que estos eran argumentos de gente antipática y aburrida.
Sigo reconociendo su talento pero me he convertido en un “antipático”: ya no comparto que todo se trate de un negocio, de una conveniencia, de un show, de una ilusión que, supuestamente, nos alegra y nos beneficia a todos.
Desde un tiempo atrás su programa es el de mayor rating en el país, y en parte esto se debe a que una cantidad importante de sus productos fueron de una gran calidad humorística. Sin embargo, desde hace unos años, éstos se han deteriorado: hoy su figura y su programa no presentan ninguna novedad, ni atractivo. Paradójicamente estos años coincidieron con el período en que este programa comenzó a rebotar en otros, y a generar una agenda mediática interna. Irónicamente estos años coincidieron con el período en el que la Televisión comenzó a ser autorreferencial, y numerosos programas se dedicaron a repetir, repasar y analizar lo que pasa en otros programas, existe sólo lo que se ve en la tele, sólo lo que se vende (rating), y todos comenzaron a rendirle culto al show.
Así como resulta una ingenuidad acusarlo de haber causado la caída de un presidente, tampoco se lo puede señalar como el único responsable del deterioro de la cultura audiovisual. No obstante, no debemos perder de vista que no es un simple conductor sino que se ha convertido en un gran empresario y sus decisiones, planteos, y posturas repercuten en la sociedad mediática, virtual y real.
Esta semana pronunció un discurso en el que planteó, principalmente, que la violencia, la tensión y la división social deben dejarse atrás, y manifestó que para superar esto deberíamos cambiar varias cosas. Propuso que comencemos a pensar que el problema del otro, es un problema nuestro. Propuso que tenemos que dejar de lado las críticas. Propuso pensar en el bien común. Propuso que este es un buen momento para comenzar a servir y ayudar a otro, que este es un buen momento para ser solidarios. Y aunque coincida con varios de sus planteos, se me hace necesario ampliar y aclarar varios puntos. Sobre el final de su discurso se refiere a los que tienen poder desvinculándose de ese grupo, algo que no se puede aceptar si recordamos el peso de su figura a nivel social, y la posición económica del conductor. Él es parte del poder y podría, por ejemplo, modificar los contenidos de su programa y dar espacios a segmentos educativos, informativos, de debate, de reflexión, a bloques que fomenten valores e ideas, eso haría eco en otros programas, en las radios, en los diarios, en los clubes, en los trabajos, en las casas. Esto que pasó ahora es un buen síntoma, pero debería dejar de ser algo inusual y aislado. Si esto cambiara las mujeres no serían tratadas como objetos sexuales, los medios de comunicación no se utilizarían como empresas que generan productos para obtener ganancias.
Aunque no intento desalentar los valores que menciona, debemos reconocer que el trabajo solidario puede resolver problemas puntuales y particulares, pero la violencia, la tensión y la división social-global van a seguir existiendo mientras se mantengan las desigualdades materiales existentes.
El ilusionista montó un show en el que nada era más importante que la diversión, en la que nada pasaba, en la que todos reíamos entretenidos, en la que los hombres y las mujeres eran objetos, en la que lo privado era una broma, y lo público un negocio. Por último borró todas sus huellas y declaró que esta ilusión no era obra suya, que era de todos, y así se quito poder y responsabilidad en este artificio.
Cambiar el canal es una forma de pedirle que cambie.

viernes, 2 de octubre de 2009

Violencia, muerte y resurrección

Existen un gran número de pensadores que aquellos que han pasado por las distintas etapas de la educación formal conocen: Karl Marx, Adam Smith, Jean Jaques Rousseau, Immanuel Kant, Rene Descartes, Aristóteles, Platón y Sócrates, son algunos de los autores que están dentro de ese grupo. Independientemente de la carrera que se haya elegido, en algún momento, tuvimos que escuchar, leer y estudiar algunos de sus planteos.

Lo cierto es que uno no siempre lee sus obras, sino las interpretaciones que otros pensadores, hacen de sus pensamientos. Supongo que, entre otros factores, el paso del tiempo demanda que esos intermediarios actualicen y resuman esas ideas para que podamos entenderlas. No obstante, esa interpretación no es una actividad neutral, este intermediario dota de nuevos sentidos esas ideas originales. No es mi intención poner en tela de juicio la fidelidad de esas interpretaciones, no, lo que propongo, simplemente, es que volvamos a las fuentes.

En una oportunidad encontré un libro que se llamaba algo así como “Las Grandes Entrevistas de Todos los Tiempos”. Entre los entrevistados se encontraban Marx, Freud, Mussolini, Hitler, Stalin, Roosevelt. Pensé que se trataba de algo valioso: la oportunidad de escuchar de forma directa a estos personajes. Recuerdo que en la entrevista que un periodista norteamericano le había hecho al autor de “El Capital”, descubrí algo que me alegró. El alemán aclaraba que, aunque el no creía en Dios, respetaba las creencias de los demás. Posteriormente, los hombres que interpretarían sus ideas no considerarían esto y, en distintas regiones de lo que fue la Unión Soviética, se persiguió y se reprimió a hombres de Fe. Al menos eso le sucedió al abuelo y al padre de Andrey, un compañero Ruso que estudió conmigo en la Universidad Adventista del Plata, en Entre Ríos. Cursando materias de Comunicación Social nos conocimos. Una mañana le propuse que hiciéramos una entrevista para un programa de radio que al final no haría. Esa mañana me contó eso: que su abuelo y su padre fueron agredidos, de una manera u otra, durante el período en el que en ese territorio se había configurado un aparente orden social comunista. Su abuelo y su padre fueron pastores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día por aquellos años. Por este y otros casos, distintos sectores religiosos interpretaron que este sistema y el cristianismo no podían coexistir.

Luego de la caída del muro de Berlín en 1989, del fin de la Guerra Fría, y de que se conocieran los abusos llevados a cabo durante ese régimen, se instaló la idea de que el comunismo, como sistema político-económico, había fracasado. Políticos, pensadores, periodistas, profesores, pastores, curas, vecinos, lo repetían en distintos ámbitos. “Se trató de una utopía, que no se pudo llevar a cabo” decían resignados, o jubilosos.

En la entrevista que les mencionaba primero, Marx le decía a su entrevistador que la lucha de clases era inevitable; los oprimidos de Rusia y de Cuba serían los primeros en reaccionar ante la violencia de los sectores dominantes. Estos y otros hechos, movilizarían a diversos grupos de distintas puntos del mundo a ir detrás de esta nueva esperanza. Tras la denominada “muerte del comunismo”, estos focos de conflicto se apagaron. Si agregamos que en la actualidad se plantea que los grupos que reivindican este sistema son sectores violentos y extremistas, tendríamos que decir que la definición de comunismo o de izquierda, vigente en nuestro imaginario social, es la siguiente: el comunismo es un sistema utópico, en el que creen los jóvenes y algunos viejos que fueron hippies, que se instala violentamente; que ejerce el poder utilizando métodos totalitarios y opresivos. Lo que nos queda, nos proponen, es aceptar este sistema político (democracia) y económico (capitalismo) declarados como los “menos malos” de todos los posibles. Esta creencia te niega la posibilidad de soñar, de pensar, y de participar en proyectos que se propongan corregir o superar esto.

Retomemos la imagen de la muerte del “Comunismo” y de la “Izquierda Violenta” para replantearlas. Si partimos de la base de que “violencia es mentir”, de que violencia es mantener una producción y una distribución que benefician a grupos minoritarios, de que violencia es que haya hambre en un mundo que produce alimentos para tres planetas, debemos reconocer que la violencia no la inician los sectores que ni armas tienen. Violencia es que no haya trabajo, escuela, ni hospital. Violencia es que te repriman por reclamar por el cumplimiento de estos derechos. Esta violencia es planificada, argumentada, y atenuada por leyes y normas. Esto es lo que un autor llama “la burocratización del mal”. Lo otro, es lo inevitable, la reacción pura, eso que llaman barbarie.

Para discutir la idea de la muerte del comunismo parafraseo lo que plantea Noam Chomsky, ¿cómo se puede hablar de la muerte de un sistema que nuca tuvo vida? Para este autor el sistema que se desarrolló en la URSS nada tenía que ver con lo que había concebido Karl Marx. Y acá volvemos al principio: ¿a qué denominamos zurdo, marxista, comunista, socialista? ¿Qué fue lo que murió? ¿De eso se trataba el socialismo?

Por eso es necesario que volvamos a las fuentes, y con esto no sólo me refiero a aquellos libros que interpretaron y condicionaron el desarrollo de la historia de la humanidad; lo que digo es que pensemos todo de nuevo, desde nuevos términos y paradigmas, desde nuevas perspectivas y concepciones, como se animaron a hacer otros hombres en otras épocas, y que intentemos, y que nos ilusionemos, nada más que eso. Sobre todo, lo que propongo no es la resurrección de un sistema, de un partido, de un libro, o de un autor, sino la resurrección de hombres y mujeres como personas que piensan en el otro, y que hacen por el otro.

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