viernes, 26 de febrero de 2010

Lo que dice el arte, es ideología.

Si grita pidiendo verdad en lugar de auxilio,

si se compromete con un coraje que no esta seguro de poseer,

si se pone de pie para señalar algo que está mal pero no pide sangre para dirimirlo,

entonces es rock and roll

Pete Townshend

Cuando una persona analiza una expresión artística (como puede ser el caso de un texto literario o de una pieza musical) contempla dos aspectos de esa manifestación: lo estético y el contenido lingüístico. Si una canción está en un idioma que no conoce (Inglés), y aún así esa expresión le resulta agradable o conmovedora, lo que el sujeto aprecia es el lado estético de esa expresión. Lo estético sería la forma, la estructura de algo. En este caso, lo estético, es el ritmo, la melodía, la combinación de sonidos y silencios: la estructura del tema. Un punk, por ejemplo, tiene una estética distinta a un blues. Usando distintas estéticas se puede decir (lingüísticamente) lo mismo: “Mi novia me ama. Mi novia me dejó”, en tono de jazz, o en tono de reguetón.

A principios del siglo XIX cuando se consolida la producción capitalista, cuando se consolidan las industrias, las urbes, el glamour de algunos sectores sociales, y la marginación de campesinos y obreros, los artistas (sobre todo escritores) comienzan a darle preponderancia al contenido lingüístico de sus obras, criticando y denunciando las injusticias del nuevo orden social. El arte no sólo perseguía un fin estético, sino que se comprometía con una causa.

En el Siglo XX cuando aparecen los nuevos instrumentos de comunicación, la música se vuelva masiva y, por lo tanto, este arte reemplaza a la literatura como una de las manifestaciones artísticas de mayor influencia social.

A mediados del siglo XX surge en Estados Unidos un nuevo género musical: el Rock And Roll. Este estilo nace en una época de agitación política que tuvo a los jóvenes como principales protagonistas, por lo que esta manifestación artística desarrolló una importante dimensión lingüística política. Mientras que los demás géneros musicales continuaban abordando temáticas sentimentales (mi novia me ama, no me ama), el rock, en líneas generales, se refería al medio ambiente, a la paz, a las guerras, a las desigualdades, a la represión, a la libertad. Por eso es que del rock y de los rockeros se espera un mayor compromiso social, una mayor dimensión lingüística que se refieran a problemáticas sociales y siempre desde determinada postura ideológica (Izquierda).

En la década del 80 Carlos Solari (El Indio), publicó en una revista perteneciente a la cultura rock un ensayo que tenía el título “El Rock no es Ideología”. En ese texto el artista desarrolla dos tesis, por un lado plantea que el “rock nacional” no existe. Que el rock es una expresión universal, por lo tanto no tiene sentido plantear el tema como una cuestión nacionalista (lo nuestro contra lo extranjero) ya que el rock es una expresión universal. Ese texto aparece en la época en que el conflicto por las Islas Malvinas había despertado el nacionalismo de distintos sectores y en el que la dictadura militar censuraba a los artistas extranjeros. Por otro lado plantea que el rock no parte de un dogma o ideología. Afirma que el descontento que unía a la generación que hacía rock no significaba que adherían a un dogma o a una ideología. No pretendo corregir al, sino reformular el título de esa nota: el rock no es ideología, pero lo que se dice a través del rock sí lo es. Aunque no esperemos que esa ideología coincida en todos los artistas de este género, ni esperemos que estas miradas coincidan necesariamente con las miradas de grupos de izquierda. Lo que se dice por medio de esa estética puede plantearse desde cualquier punto de vista ideológico y debe reconocerse que el rock también cantó, canta, y cantará sobre que “la novia lo dejó, o que la novia volvió”.

Entonces no debería sorprendernos que aparezcan rockeros que opinan desde la derecha sobre las condiciones sociales, sobre la inseguridad, sobre la economía, sobre la política; o no debería sorprendernos que esta manifestación artística no priorice la dimensión social.

De alguna manera esta idea terminó de cerrarme cuando entrevisté a Diego Arnedo, bajista de Divididos. No quiero decir que este artista no tenga compromiso, o que sea de derecha o de izquierda, (ya que uno no puede conocer a una persona en 20 minutos de entrevista), sino que sobre el final del diálogo que tuvimos me dijo algo que terminó de redondear esto.

Cuando le consulté qué opinaba sobre esta especie de compromiso político de los rockeros nacionales ante distintos temas sociales (Luis Alberto Espineta apoyando campañas de educación vial, opinando sobre “la inseguridad”; Andrés Calamaro opinando sobre la despenalización del consumo privado de drogas; un artista de Las Manos de Filipi postulándose a candidato por el Partido Obrero) el músico respondió:

“Nosotros estamos haciendo distintos shows benéficos, pero la ayuda del rock no es más importante que la de cualquier tipo de ayuda. Uno en cualquier lugar que está puede hacer algo, tampoco hay que darle tanta importancia al rock.

Ricardo Mollo, cantante de Divididos completo comentando: “con Luis (Espineta) nosotros colaboramos con el tema de la educación vial. Todos los 8 de diciembre tocamos en beneficio de los padres de la tragedia de Santa Fé, y en este nuevo disco (Amapolas del 66 que sale en marzo) hay una canción dedicada a los chicos. Este domingo, por ejemplo tocamos en Buenos Aires, en un lugar bastante grande, con el objetivo de recolectar alimentos no perecederos para distintos comedores comunitarios”.

Vale aclarar que debido a que el periodismo, en líneas generales, toca este tipo de temas con el objetivo de polemizar, muchos artistas se cuidan de exponer sus posturas políticas ante los medios de comunicación para no ser tergiversados o manipulados, y por ello muchos de ellos realizan distintas tareas sociales sin mediatizar la cosa.

Para completar este tema de las expresiones artísticas comprometidas socialmente me voy a referir a otro género musical: el folclore, específicamente el folclore de Santiago del Estero.

Cuando terminó el gobierno de los Juárez en esta provincia, numerosos artistas locales publicaron canciones en las que criticaban este período, sin embargo desde que asumió el actual gobernador, muchos de estos artistas han dejado de lado ese aspecto de sus manifestaciones. Si esto se debe a que los músicos están de acuerdo con las políticas que se están llevando a cabo en la actualidad, o que están en otro estado de ánimo o artístico, se respeta esta situación. El problema es que muchas de las políticas de la actual gestión son similares a esas políticas que criticaron. Un ejemplo claro de ello es la manera en que el gobierno actual ha tratado el conflicto de la salud en este pago.

Esta semana tuve la oportunidad de conversar con un músico de la provincia que me decía que en una de sus letras dice: “muchos cantan penas sociales, yo canto penas de amor”. El se consideraba un ciudadano más que no podía hacer muchas cosas. Para él, es el pueblo el que debe movilizarse. De alguna manera es cierto lo que dice, pero si uno considera que los artistas, (sobre todo los músicos), tienen la posibilidad de llegar a más personas, su peso social es distinto. Por esto resulta significativo que se refieran, apoyen, o militen en causas sociales genuinas. ¿Qué tendría más resonancia: que acompañen la marcha del personal de salud un grupo de vecinos de cualquier localidad, o que la acompañen los artistas más importantes de la provincia brindando un show en esos actos?

Volviendo al tema principal: las manifestaciones artísticas, cualquiera sean su estética (pop, cumbia, rock, folclore, tango), tienen la posibilidad de referirse a cuestiones sociales y de llegar a una gran cantidad de personas. Por esto pueden influir en la sociedad más que cualquier ciudadano y, aunque estos artistas “no puedan cambiar el mundo, pueden cambiar la forma en que lo miramos”.

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