lunes, 31 de agosto de 2009

Anoche me pegó una piña Patón

Supongo que en cada ciudad del mundo hay un Patón. Los Patones (y cuando digo “patones” no me refiero a los que calzan de 44 para arriba, sino a los que tienen determinado carácter) suelen ser impulsivos y torpes. Suelen ser altos, grandotes y posiblemente posean una voz monótona, gruesa y honda. “Eh, ¿dónde tan los changos?” pueden preguntarte sin gracia si te ven por la calle. “Ahh” te pueden contestar después.
En este caso, Patón es un vecino del barrio 100 viviendas, barrio de clase media en el que la mayoría de los jefes de hogar son empleados municipales, comerciantes, docentes, o gastronómicos; barrio de clase media en el que la mayoría de los hijos de esos padres estudian en escuelas públicas, y se hacen radiografías en hospitales públicos. Se me ocurre que este sector podría servir de muestra de lo que es, en líneas generales, Termas de Río Hondo: una ciudad de clase media constituida por empleados municipales, comerciantes, docentes y gastronómicos. Un pequeño paraíso peronista en este insensible sistema capitalista.
Patón me lleva varios años, así que cuando yo comencé a salir, Patón, ya era Patón. El primer recuerdo que tengo de él, es el de una noche en un boliche en el que le pegó a un amigo mío. Yo estaba ahí. Recuerdo que Patón estaba tan sacado que en un momento le sacó (nunca tan apropiada la redundancia) una pistola. Al final lo controlaron y lo sacaron. Creo que lo vi llorar por la furia que sentía. Nunca supe qué le había hecho mi amigo.
Otra noche terminamos tomando algo en un parque y nos hacía ver, a todos los que estábamos con él, que tenía un cuchillo. Siempre me dio la sensación de que nadie lo quería, pero que aceptaban compartir y reír con él, para no tener problemas.
Al tiempo me llega la noticia de que apuñaló a un chango y tuvo que irse un tiempo de la ciudad.
Le pierdo el rastro hasta que vuelve, se pone de novio y tiene una hija. Al parecer no era de acá. “Patón se rescató” se comentaba. Al tiempo se va, creo que a San Bernardo a trabajar con su novia. Cuando vuelve, vuelve solo y buscando trabajo.
Comienza a entrenar en un equipo de fútbol para jugar en la liga local. Lo ponen de defensor. Todos reconocen sus limitaciones técnicas y físicas, pero confían en que compensa esto poniendo fuerza, ganas y compromiso.
-Necesita que lo contengan- me dijo su entrenador una vez, mientras lo veía entrenar. Asiento.
“Patón se rescató” se vuelve a comentar.
Anoche (viernes) termino de jugar al padle y salgo a dar unas vueltas. Después de ver por dónde me podía sentar, termino en un banquito del parque. Algo conversaba con una amiga cuando de repente, en una esquina cerca de ahí, se arma una pelea. La curiosidad nos gana y nos acercamos. Patón peleaba con un conocido nuestro. En un momento el otro chico se cansa y se sienta en el piso. A patón lo sostenían tres personas. Logra soltarse y lo encara de nuevo. Sebastián, así se llama el conocido, no se levantaba. Yo estaba cerquita de él y cuando lo veo venir a Patón, se me da de ponerme arriba y decirle “no le pegués, está en el piso”. Tira una patada y no le pega. Yo seguía ahí, en el medio. Pasa todo rápido y siento una piña. Llegan otros y logran agarrarlo de nuevo, Seba corre, lo alcanzo en la moto y lo llevo. En el camino me dice que Patón es su amigo, que cómo le va a hacer eso.
Luego comienzan las repercusiones, los comentarios, los relatos, es todo un acontecimiento.
Uno me dice: “¿Te pegó no? Y bue, eso te pasa por meterte, yo por eso no me meto”. Siempre aparecen los que te dicen “no te metás”.
No me quedó ninguna marca, sólo la anécdota de que anoche me pegó una piña Patón.

lunes, 17 de agosto de 2009

Mis primeras dos entrevistas

El día que me puse nervioso

Termas de Río Hondo es una de las mejores ciudades de Santiago del Estero, sin dudas, o mejor dicho es uno de los mejores paisajes urbanos de esta provincia. No sé cuándo se fundó, ni por quiénes, ni ningún otro dato histórico; sé que no tenemos el acento de los “santiagueños”, no decimos “¿qué haces?”, decimos “¿qué hacé?”; sé que no todos lloran cuando se van del pago; sé que gran parte de su población tiene que migrar para buscar trabajo; sé que la mayoría de los termenses solemos cruzarnos con marplantenses en algún momento de nuestras vidas, y que de esa cruza sale un tono y un vocabulario nuevo que incluye los términos: “pibe”, “viste”, “capi” “logi” “manzana”, “fie(r)ro”, “fo(r)ro” “pancho” y otros que ahora no recuerdo; sé que hay jejenes, (Traducción: mosquitos aún más cargosos que los normales); sé que en el verano llueve los fines de semana y que un ratito después vuelve a hacer 50° de calor; sé que la Cuenca Salí Dulce está contaminada y que por eso cada tanto aparece una mancha en el lago de la ciudad o un espiral de pescados muertos; sé que debe ser uno de los pocos lugares en los que en invierno hay días de sol; sé que las aguas termales atraen a turistas de distintas regiones del país; sé que todos los años se trabaja un poco menos; sé, y esto es lo quería comentar, que en esas temporadas de invierno suele llegar a la ciudad algún artista o un espectáculo importante. Welcome to the Termas.
En julio del año pasado llegó a esta tierra Nito Mestre. Sí, el que cantaba con Charly García en Sui generis. “Está igual” sólo que un poco más canoso y gordito. Un día antes de dar su función en el Centro Cultural brindó una conferencia de prensa en un Hotel. La novia de mi tío que trabajaba ahí me avisa. A la siesta me pongo a preparar preguntas. Lo único que se me ocurría era preguntarle si lo había visto a Charly (era la época en la que Charly estaba internado) pero me parecía desubicado. Al final se me ocurren dos. Me mando.
Había 15 personas: dos mozos, un productor, un presentador, el intendente de la ciudad, una fotógrafa, periodistas de Santiago, de Chile (sí, Chile) otro más y yo con un celular y una carpeta. “Bienvenidos, buenas tardes, que pum que pam” y el Intendente Luis Saleme le hace una broma de mal gusto (o confesión, nunca lo sabré) a Nito Mestre: “nací en Tucumán pero me vine a robar acá” ja ja ja, se rompe el hielo, todos felices. Se abren las preguntas. “¿Crees que la crítica musical argentina no ha valorado tu trabajo?”. No recuerdo la respuesta. Sé que en algún momento dice que sus discos solistas no son tan conocidos porque ninguno se produjo con el apoyo y la difusión de un sello discográfico importante. Mi viejo me dirá que los temas de él son todos iguales: guitarra, flauta, flores y arco iris. A la noche, en el show, comprobaría que era cierto. La conferencia de prensa seguiría y me encontraría con una persona segura, madura, relajada, tranquila, nada de sexo, drogas y rockanroll, nada de rockanroll n’ n’ n’. Hago mis preguntas. Termina todo. Pico unos alfajorcitos, unos sanguchitos, tomo un vasito de coca, y podría haberme ido. Pero no. Se me ocurre preguntarle si le podía hacer una entrevista para salir en vivo para FM 92.5. “Dale”, me dice amablemente. Este es el momento en el que tengo que hablarles de Ariel Romaguera. Era, en ese momento, el operador de la radio. Le gusta la marcha, la salsa, se autodenomina “dj lagarto”, se ríe a carcajadas, se chupa el dedo, y siempre, hasta el día de hoy, se portó bien conmigo. Ah, él no habla en la radio, sólo pone música y te saca al aire. “Listo”, me dijo ese día. “Estamos con Nito Mestre que hoy….. pa pa pa pa pa… , ¿con qué show se va a encontrar la gente que vaya hoy al recital?”, primera pregunta. “Bla, bla, bla, bla”. “Por qué crees que las canciones que compusieron con Charly en Sui Generis perduran hasta el día de hoy”, segunda pregunta. “No soy Sociólogo”, me contesta irónicamente y sigue “pero me imagino que bla,bla, bla”. Me pongo nervioso y me bloqueo, no sé qué más preguntarle. “Le querés preguntar algo Ariel” (jaaaj) y Ariel hace lo que sabe hacer: sube el volumen. Silencio. Al final Nito aprovecha para invitar a todos. Chau. Gracias. Me río. Me pasara varias veces después, pero esa fue la primera. Todavía me río.



La segunda entrevista se llama “El día que me vendí”, una entrevista a Leo Matiolli. Sí, “Leo, Leo, Leo”.

lunes, 3 de agosto de 2009

El hombre, el súper hombre, y el nuevo hombre

No pretendo desarrollar el pensamiento de Friedrich Nietzsche ni lo que propone en sus obras, ya que lo poco que he leído han sido interpretaciones de sus pensamientos, y algunos párrafos de sus libros. Podría decirse que conozco un Nietzsche mediatizado: un Nietzsche enamorado construido por el "Día que Nietzsche lloró" (un Best-seller escrito por x); un Nietzsche solitario y racista; un pensador critico, lúcido y oscuro; un hombre que "asusta" por postular el anticristo y otros demonios.
Encontré "Genealogía de la Moral" y "Así Habló Zarathustra", una tarde en la casa de un amigo. Por curiosidad leí un par de hojas. El primero era bastante denso, me dormía en la cuarta o quinta hoja de lectura corrida, así que lo abandoné bastante rápido. "Así Habló…" era más dinámico; estaba compuesto de frases simples en las que un hombre (tipo maestro espiritual que baja de una montaña y se sienta cerca de un árbol) opinaba y aconsejaba sobre distintos temas.
Tiempo después alguien me habló de él. Me dijo que Nietzsche había inspirado el pensamiento nazi, lo que es decir que había sido el ideólogo de uno de los genocidios más crueles de la historia de la humanidad. Me habían quedado dudas, pero para defenderlo tenía que leer más de 500 páginas.
Ahí se había estancado nuestra relación: en que él era tan insensible, egoísta, racista, y perverso como Hitler y varios de sus amigos. Un tipo cerrado con el que uno no se sentaría a tomar una cerveza.
Semanas atrás tenía (otra vez) una leve sensación de angustia. Sentía que las ideas y las creencias que dan sentido a mi existencia podían ser ridículas y falsas, puesto que leyendo el Quijote de la Mancha encontré que, en general, nos pasa algo muy parecido a lo del hidalgo: lo que leemos nos influye y nos condiciona de tal manera que nuestra forma de interpretar y encarar las cosas podrían ser una ilusión, un engaño. En vez de ver molinos de viento vemos ángeles o demonios; en vez de ver un rebaño de ovejas y de cabras vemos un ejército con el que debemos combatir, vemos estatizaciones o privatizaciones, y así comenzó a desmoronarse todo de nuevo. A esto se agregaba la crítica de mi amigo Nietzsche a mi moral occidental. ¿Dios? Podría ser una inventiva cultural y psicológica para encontrar sentido a todo esto. Y ahí, paradójicamente, ese mismo hombre me susurró por medio de un aforismo: "seguir soñando sabiendo que se sueña". Y aunque esa no haya sido su intención, recuperé mi fe.
En líneas generales los cristianos interpretamos que en este mundo estamos de paso, sin embargo esto no quiere decir que no debamos vivir con plenitud y que no recordemos que es en esta realidad en la que uno debe dedicar al menos una parte de su tiempo, de su fuerza y de sus capacidades a colaborar con otros, a ayudar a otros, a sentirnos parte de un lugar y de una comunidad. La perspectiva de este autor debería ser tomada como una alerta para no perder de vista dónde estamos y qué debemos hacer, y no para escandalizarnos y demonizarlo.
Es cierto, esta cultura occidental se basa en un libro: la Biblia, y esto se debe a que muchos hidalgos cristianos la impusieron violentamente, sin considerar que Jesús basó su mensaje en el diálogo diario. La Biblia desde el punto de vista de esos hidalgos parece una farsa, un instrumento para dominar y someter. Pero si leemos atentamente descubriremos que ese libro hace énfasis en el amor, en el diálogo: ilusiones irrenunciables.
Me quedo, entonces, con ese susurro final: seguir creyendo sabiendo que no se puede demostrar lo que se cree. Seguir intentando sabiendo que se intenta y que quizás nada cambie.
Entre tantas cosas a las que se adelantó a su tiempo, se puede agregar una más: pudo preveer que en este futuro pocos se sentarían a leer 500 páginas (a conocer a alguien), que muchos lo interpretarían erróneamente, que sería uno y otro, que sería esto y aquello en el mundo en el que sólo circulan imágenes. Por eso su pensamiento se condensa en recursos literarios conocidos como aforismos (pequeñas frases).
Quiero creer que, como cualquiera de nosotros, osciló en constantes contradicciones, que un día se enamoraba y al otro se desilusionaba, que un día se sentía seguro y otro se encerraba en su cuarto renegando de su suerte, que un día creía y que el otro mandaba todo a la mierda. Quiero creer que al llegar a la conclusión de que no se puede definir a algo como verdadero, nunca planteó que había una raza, valores, creencias, pensamientos, o costumbres superiores a otras.
El superhombre en el que creo, es el que cree en un mundo en el que nadie cree; el superhombre es el que sueña en un tiempo en el que nadie sueña; el que ama cuando nadie ama; el que intenta cuando nadie intenta; un superhombre que podría confundirse con el nuevo hombre cristiano.

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