martes, 24 de noviembre de 2009

El día que me vendí

El día que me vendí merendaba en un departamento de San Miguel de Tucumán.
Una traición suele perturbarnos: cuando la planificamos, cuando la llevamos a cabo y cuando la tenemos que ocultar; sin embargo, esa tarde, merendaba tranquilo. Reía mientras comía unas tostadas que mojaba en una tasa de Té con leche. Nada de esa merienda presagiaba lo que se venía: el departamento estaba iluminado, los presentes reíamos, todo estaba en su lugar. Everything in the right place.
Pero en otra ciudad, otra persona marcaba mi número.
Pero en otra ciudad una persona agendaba un viaje, una entrevista y un show.
Era jueves. “Otro jueves como los demás. Demasiado martes. Demasiado igual.”
Hasta que sonó mi teléfono.
-¿Hola?
-¿Cómo andás Edu? Soy Lucas Tamer- (Lucas Tamer es un productor joven de Termas de Río Hondo, trae artistas, shows y espectáculos a la ciudad).
-Eh hermano, ¿cómo va?
-Bien che, mirá te llamo porque este sábado lo traigo a Leo Matiolli al Centro Cultural, y te quería preguntar si podés hacer un programa especial sobre él y hacerle una entrevista. Te pago $50 la hora.

(Sí, $50 la hora)

En ese momento no contesté que mi programa era de Rock, que me había formado escuchando la Renga, Los Stones, Los Redondos, que pasar ese tipo de música (cumbia), para que me escuchen, o para que me paguen, constituía, en este ambiente, una traición. El tipo que no se haya formando escuchando este género, el tipo que no haya leído nunca la Rolling Stone, el tipo que no se haya conmovido nunca con un disco, con una canción, con esa forma de ver y sentir el mundo, que no haya tomado un vino o una cerveza en la vereda de una esquina de barrio hablando sobre una letra del Indio no va a entender este dilema; si siempre fue un tipo que dijo “yo escucho de todo”, no va a entender que uno sienta que se vendió por hacer un programa especial de Leo Matiolli, o que esto le parezca traicionarse.
A pesar de esa sensación que sentiría después, contesté:
-“Meta hermano, mañana arreglamos”.
Ese sábado, por temor a ponerme nervioso, lo invité a un amigo a conducir conmigo el programa. A Pablo Morales la invitación no le generó ningún dilema y aceptó.
Eran las 17:50 y yo preparaba todo en el estudio de FM 92.5 Radio Ciudad. La noche anterior Lucas me había dado un disco de Leo que tenía temas viejos que me gustaban. Arranco: “muy buenas tardes”…...
Llega Pablo. Conversamos un rato.
A las 18:30 se estaciona una camioneta lujosa.
Lo voy a recibir.
Y sí, baja Leo Matiolli y una chica.
“Bienvenidos…”. Tenía puesta una chomba rayada y un pantalón negro. Un tipo grandote este Leo Matiolli. Se sienta en el estudio, lo presento, y le hago la primer pregunta: “con qué Show se va a encontrar le gente, con qué Leo Matiolli”. Y la respuesta me sorprende: me dice que dejó de tomar pastillas por recomendación del psiquiatra, que dejó el whiskey, y que ahora tomaba agua durante el show. Epa, no me esperaba ese arranque. Que iban a escuchar canciones de todas sus etapas y algunos temas nuevos. Que no usaba Internet. Que recibía mucho cariño de la gente. Que tenía varias anécdotas con mujeres de Termas. Que la mujer era un diamante que había que cuidar. Me contó qué cantantes escuchaba cuando era joven. Que agradecía a dios por su recuperación. Que Mirtha Legrand lo había discriminado (ja). Y de un momento a otro comenzamos a reírnos. No sólo me sorprendió lo que me contaba sino que me sorprendió cómo me lo contaba: supuse que me iba a encontrar con un tipo soberbio, orgulloso, vanidoso, lleno de joyas y caprichos; pero no, el Leo Matiolli de esa tarde era un tipo sencillo que se sentía cómodo, suelto, que se reía. También conversamos con Natalia, su compañera; ella parecía más reservada, pero igual de sencilla y tranquila. Al final cantaron a capella. La vereda de la radio se llenó de changuitos que lo esperaron para pedirle autógrafos. Algo nos comentaba cuando su celular comenzó a sonar, no lo quiso atender y siguió conversando con nosotros. La persona que lo llamaba insistió hasta que finalmente atendió. Tras escuchar algo del otro lado, se despidió rápido.
Media hora después nos enteraríamos que un integrante de su banda había muerto en la habitación del hotel y que el show se había suspendido. La mina que había ganado su entrada, por participar del concurso que había hecho en el programa, no me creía. Mi viejo tampoco. Me decía que era un invento para suspender el show porque no iba a ir nadie. El único que me creyó fue un médico amigo, le comenté que aparentemente el integrante de la banda habría muerto tomando un baño termal. Y ahí me explicó algo que aprendí ese día.
Se recomienda que todas las personas se hagan una revisación médica antes de tomar estos baños, ya que como todo medicamento tiene indicaciones y contraindicaciones. El baño con agua termal resulta positivo para el tratamiento de distintos tipos de patología: enfermedades de la columna vertebral, (lumbago, ciática, etc); enfermedades crónicas de las articulaciones (fundamentalmente, artritis y artrosis); enfermedades del sistema muscular y de la piel; dependiendo de la enfermedad que se va a tratar se recomienda determinada cantidad de baños, de tiempo, y temperatura. Si la persona tiene enfermedades de órganos vitales: hipertensión, insuficiencia cardíaca, coronaria, etc, el médico es el único que está autorizado para indicar cuál es el baño correcto (cantidad, tiempo, temperatura). Lamentablemente la mayoría de las personas no se realizan revisaciones médicas antes de tirarse a la pileta del hotel, o antes de llenar las piletas de sus baños privados. Lamentablemente hay pocos especialistas que alertan sobre esto. Lamentablemente son pocos los que quieren que se difunda esta información y que se exija la presentación de un carnet que autorice que una persona puede tomar baños de agua termal, y que paralelamente indique de qué forma debe tomarlo. Lamentablemente el Estado Municipal no impulsa políticas de control y regulación en esta materia.
Dos meses después el León Santafecino volvería y tocaría en la ciudad.

lunes, 26 de octubre de 2009

Les mojaron la oreja

Los provocaron,
Los humillaron,
Y se rieron,

Los presionaron,
Los agredieron,
Y se rieron

Los molestaron,
Los insultaron,
Y se rieron

Los ignoraron,
Los amenazaron
Y continuaron riéndose.

En diferentes lugares
Y a distintas personas
Les mojaron la oreja,
Los humillaron.

Lo hicieron porque eran más grandes
y más fuertes
Lo hicieron porque sentían que podían hacerlo.
Lo hicieron porque sabían que los demás
no se iban a meter.
Lo hicieron porque tenían cómplices que se reían.
Lo hicieron porque alguien les susurró que lo hagan.

Lo hicieron, y lo hacemos,
Porque somos hijos de puta.

El humillado sintió una sensación rara.
Se ahogaba
Pero también rebalsaba.
Como un dique reventando,
desgarrándose, temblando.

La presión del río marcaba grietas en sus manos,
En sus ojos,
En su frente.

El oprimido fijó su mirada en el suelo
y se hundió en la tierra.

Para él, la cancha de su barrio estaba en silencio.
Para los demás, el cuadrilátero ardía.

El infame volvió a avanzar,
Con la intención de mojarle la oreja,
Pero esta vez sintió la furia
de la furia.

El infame era roca.
Y el herido era mar
Y también ola.
Cuando chocaban eran ruido.
Cuando chocaban eran grito.
Cuando chocaban eran basta.
Basta.
Basta.
Basta.
Basta.
Basta.

lunes, 19 de octubre de 2009

El ilusionista

Casi por unanimidad se afirma que la década del 90, fue la década de la ilusión. Esa "ilusión” tiene dos sentidos: por un lado simboliza la esperanza que se había despertado en un gran número de personas que creía que el modelo político-económico Neoliberal que se estaba implementando en el país generaría trabajo, estabilidad, progreso; por otro lado esa ilusión hace referencia al engaño que se estaba llevando a cabo. Los ilusionistas eran los que aseguraban que el crecimiento económico de algunos favorecería a todos; los ilusionistas eran los que sostenían que privatizando, concediendo y entregando se lograba eficiencia, transparencia, competitividad, rentabilidad; los ilusionistas eran los que justificaban la desaparición del Estado, del gasto social, de la escuela y del hospital público; y los ilusionistas poseían las herramientas para crear este artificio: los medios de comunicación, que ocultaban las voces que denunciaban el engaño, borraban las evidencias de la ilusión, y las huellas de sus creadores. Todos asistimos a esa fascinación.
En esos años apareció el Show de Video Match. Creo que comencé a ver este programa en el año 2000 (puede haber sido antes o después). Recuerdo un tren, recuerdo un tema de los Beatles, recuerdo papelitos, lo recuerdo a él con pelo largo, con el pelo corto, comiendo alfajores, riéndose de Escoltore, de Hope; recuerdo Grandes Poesías de Pequeños Autores, recuerdo a Deportes en el Recuerdo, a los Raporteros, a las Cámaras Ocultas, el gran discurso y la gran ironía sobre la acusación que Fernando de la Rúa le había hecho a él y a su programa sobre la responsabilidad que tenían en la caída de su gobierno, sé que si me esforzara recordaría otras cosas, pero con estas me alcanzan para decir: soy de la generación de los y las Tinellis.
Pasó el tiempo, y él se transformó en uno de los personajes más importantes de la Televisión Argentina y su programa en el más exitoso. Algunos comenzaron a alertar sobre lo que significaba esto; sin embargo, aunque leía las críticas que le dirigían a él, siempre consideré que era un tipo talentoso: tiene una excelente dicción (nunca se equivoca cuando habla), tiene tacto, maneja los tiempos, los ánimos, los códigos, tiene un gran sentido común, y, sin dudas, es inteligente. Lo acusaban de hacer un circo, de copiar ideas, de no estimular el pensamiento crítico ni el debate político, y yo lo defendía afirmando que estos eran argumentos de gente antipática y aburrida.
Sigo reconociendo su talento pero me he convertido en un “antipático”: ya no comparto que todo se trate de un negocio, de una conveniencia, de un show, de una ilusión que, supuestamente, nos alegra y nos beneficia a todos.
Desde un tiempo atrás su programa es el de mayor rating en el país, y en parte esto se debe a que una cantidad importante de sus productos fueron de una gran calidad humorística. Sin embargo, desde hace unos años, éstos se han deteriorado: hoy su figura y su programa no presentan ninguna novedad, ni atractivo. Paradójicamente estos años coincidieron con el período en que este programa comenzó a rebotar en otros, y a generar una agenda mediática interna. Irónicamente estos años coincidieron con el período en el que la Televisión comenzó a ser autorreferencial, y numerosos programas se dedicaron a repetir, repasar y analizar lo que pasa en otros programas, existe sólo lo que se ve en la tele, sólo lo que se vende (rating), y todos comenzaron a rendirle culto al show.
Así como resulta una ingenuidad acusarlo de haber causado la caída de un presidente, tampoco se lo puede señalar como el único responsable del deterioro de la cultura audiovisual. No obstante, no debemos perder de vista que no es un simple conductor sino que se ha convertido en un gran empresario y sus decisiones, planteos, y posturas repercuten en la sociedad mediática, virtual y real.
Esta semana pronunció un discurso en el que planteó, principalmente, que la violencia, la tensión y la división social deben dejarse atrás, y manifestó que para superar esto deberíamos cambiar varias cosas. Propuso que comencemos a pensar que el problema del otro, es un problema nuestro. Propuso que tenemos que dejar de lado las críticas. Propuso pensar en el bien común. Propuso que este es un buen momento para comenzar a servir y ayudar a otro, que este es un buen momento para ser solidarios. Y aunque coincida con varios de sus planteos, se me hace necesario ampliar y aclarar varios puntos. Sobre el final de su discurso se refiere a los que tienen poder desvinculándose de ese grupo, algo que no se puede aceptar si recordamos el peso de su figura a nivel social, y la posición económica del conductor. Él es parte del poder y podría, por ejemplo, modificar los contenidos de su programa y dar espacios a segmentos educativos, informativos, de debate, de reflexión, a bloques que fomenten valores e ideas, eso haría eco en otros programas, en las radios, en los diarios, en los clubes, en los trabajos, en las casas. Esto que pasó ahora es un buen síntoma, pero debería dejar de ser algo inusual y aislado. Si esto cambiara las mujeres no serían tratadas como objetos sexuales, los medios de comunicación no se utilizarían como empresas que generan productos para obtener ganancias.
Aunque no intento desalentar los valores que menciona, debemos reconocer que el trabajo solidario puede resolver problemas puntuales y particulares, pero la violencia, la tensión y la división social-global van a seguir existiendo mientras se mantengan las desigualdades materiales existentes.
El ilusionista montó un show en el que nada era más importante que la diversión, en la que nada pasaba, en la que todos reíamos entretenidos, en la que los hombres y las mujeres eran objetos, en la que lo privado era una broma, y lo público un negocio. Por último borró todas sus huellas y declaró que esta ilusión no era obra suya, que era de todos, y así se quito poder y responsabilidad en este artificio.
Cambiar el canal es una forma de pedirle que cambie.

viernes, 2 de octubre de 2009

Violencia, muerte y resurrección

Existen un gran número de pensadores que aquellos que han pasado por las distintas etapas de la educación formal conocen: Karl Marx, Adam Smith, Jean Jaques Rousseau, Immanuel Kant, Rene Descartes, Aristóteles, Platón y Sócrates, son algunos de los autores que están dentro de ese grupo. Independientemente de la carrera que se haya elegido, en algún momento, tuvimos que escuchar, leer y estudiar algunos de sus planteos.

Lo cierto es que uno no siempre lee sus obras, sino las interpretaciones que otros pensadores, hacen de sus pensamientos. Supongo que, entre otros factores, el paso del tiempo demanda que esos intermediarios actualicen y resuman esas ideas para que podamos entenderlas. No obstante, esa interpretación no es una actividad neutral, este intermediario dota de nuevos sentidos esas ideas originales. No es mi intención poner en tela de juicio la fidelidad de esas interpretaciones, no, lo que propongo, simplemente, es que volvamos a las fuentes.

En una oportunidad encontré un libro que se llamaba algo así como “Las Grandes Entrevistas de Todos los Tiempos”. Entre los entrevistados se encontraban Marx, Freud, Mussolini, Hitler, Stalin, Roosevelt. Pensé que se trataba de algo valioso: la oportunidad de escuchar de forma directa a estos personajes. Recuerdo que en la entrevista que un periodista norteamericano le había hecho al autor de “El Capital”, descubrí algo que me alegró. El alemán aclaraba que, aunque el no creía en Dios, respetaba las creencias de los demás. Posteriormente, los hombres que interpretarían sus ideas no considerarían esto y, en distintas regiones de lo que fue la Unión Soviética, se persiguió y se reprimió a hombres de Fe. Al menos eso le sucedió al abuelo y al padre de Andrey, un compañero Ruso que estudió conmigo en la Universidad Adventista del Plata, en Entre Ríos. Cursando materias de Comunicación Social nos conocimos. Una mañana le propuse que hiciéramos una entrevista para un programa de radio que al final no haría. Esa mañana me contó eso: que su abuelo y su padre fueron agredidos, de una manera u otra, durante el período en el que en ese territorio se había configurado un aparente orden social comunista. Su abuelo y su padre fueron pastores de la Iglesia Adventista del Séptimo Día por aquellos años. Por este y otros casos, distintos sectores religiosos interpretaron que este sistema y el cristianismo no podían coexistir.

Luego de la caída del muro de Berlín en 1989, del fin de la Guerra Fría, y de que se conocieran los abusos llevados a cabo durante ese régimen, se instaló la idea de que el comunismo, como sistema político-económico, había fracasado. Políticos, pensadores, periodistas, profesores, pastores, curas, vecinos, lo repetían en distintos ámbitos. “Se trató de una utopía, que no se pudo llevar a cabo” decían resignados, o jubilosos.

En la entrevista que les mencionaba primero, Marx le decía a su entrevistador que la lucha de clases era inevitable; los oprimidos de Rusia y de Cuba serían los primeros en reaccionar ante la violencia de los sectores dominantes. Estos y otros hechos, movilizarían a diversos grupos de distintas puntos del mundo a ir detrás de esta nueva esperanza. Tras la denominada “muerte del comunismo”, estos focos de conflicto se apagaron. Si agregamos que en la actualidad se plantea que los grupos que reivindican este sistema son sectores violentos y extremistas, tendríamos que decir que la definición de comunismo o de izquierda, vigente en nuestro imaginario social, es la siguiente: el comunismo es un sistema utópico, en el que creen los jóvenes y algunos viejos que fueron hippies, que se instala violentamente; que ejerce el poder utilizando métodos totalitarios y opresivos. Lo que nos queda, nos proponen, es aceptar este sistema político (democracia) y económico (capitalismo) declarados como los “menos malos” de todos los posibles. Esta creencia te niega la posibilidad de soñar, de pensar, y de participar en proyectos que se propongan corregir o superar esto.

Retomemos la imagen de la muerte del “Comunismo” y de la “Izquierda Violenta” para replantearlas. Si partimos de la base de que “violencia es mentir”, de que violencia es mantener una producción y una distribución que benefician a grupos minoritarios, de que violencia es que haya hambre en un mundo que produce alimentos para tres planetas, debemos reconocer que la violencia no la inician los sectores que ni armas tienen. Violencia es que no haya trabajo, escuela, ni hospital. Violencia es que te repriman por reclamar por el cumplimiento de estos derechos. Esta violencia es planificada, argumentada, y atenuada por leyes y normas. Esto es lo que un autor llama “la burocratización del mal”. Lo otro, es lo inevitable, la reacción pura, eso que llaman barbarie.

Para discutir la idea de la muerte del comunismo parafraseo lo que plantea Noam Chomsky, ¿cómo se puede hablar de la muerte de un sistema que nuca tuvo vida? Para este autor el sistema que se desarrolló en la URSS nada tenía que ver con lo que había concebido Karl Marx. Y acá volvemos al principio: ¿a qué denominamos zurdo, marxista, comunista, socialista? ¿Qué fue lo que murió? ¿De eso se trataba el socialismo?

Por eso es necesario que volvamos a las fuentes, y con esto no sólo me refiero a aquellos libros que interpretaron y condicionaron el desarrollo de la historia de la humanidad; lo que digo es que pensemos todo de nuevo, desde nuevos términos y paradigmas, desde nuevas perspectivas y concepciones, como se animaron a hacer otros hombres en otras épocas, y que intentemos, y que nos ilusionemos, nada más que eso. Sobre todo, lo que propongo no es la resurrección de un sistema, de un partido, de un libro, o de un autor, sino la resurrección de hombres y mujeres como personas que piensan en el otro, y que hacen por el otro.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Si en el más alto cerro me colgasen,
Madre mía, oh madre mía,
Bien sé qué amor me acompañará,
Madre mía, oh madre mía

Si me ahogase en los profundos mares,
Madre mía, oh madre mía,
Sé que lágrimas hasta mí habrán de llegar,
Madre mía, oh madre mía

Si en alma y cuerpo me viese condenado,
Yo sé bien qué oraciones me salvarán,
Madre mía, oh madre mía

Rudyard Kipling


El ejército

Un homenaje a mi madre y a las madres que todavía caminan buscando a sus hijos.

Hay personas que recuerdan lo que sueñan. Otras que nunca recuerdan nada. Para un grupo los sueños son confusos. Para otros, los sueños, sueños son. Finalmente también están aquellos para los que sus sueños comunican y se animan a descifrar su significado. Para ellos, los sueños, las señales, son, como muchas otras cosas, una cuestión de fe y de amor.
I
El correo llegó mientras ella se preparaba para tomar el café. Estaba oscureciendo, la presencia sutil del viento agitaba los pétalos de las flores y las hojas de las plantas que adornaban el frente de la cabaña en la que, alguna vez, había vivido el joven aquel que temblaba, encerrado en su habitación.
Además de madera, la casa estaba construida de ladrillos a la vista, cientos de esas piezas colocadas en forma horizontal, separadas por pinceladas de cemento, que dibujaban un cuadro para cada una de ellas. Una ventana, una puerta, una puerta y una ventana, de esa sucesión, de derecha a izquierda, se componía el frente. Las persianas de madera con rejillas, se abrían hacia fuera, las ventanas, hacia dentro. Las primeras, en los dos casos, estaban abiertas de par en par.
La claridad, que iba menguando, dejaba observar el brillo de bronce de los picaportes de las puertas.
Del amplio terreno delantero del hogar se levanta un ejército de plantas distribuidos por los laterales: álamos, bignonias, helechos, eucaliptos, algarrobos, plantines, claveles, que le imprimían un tinte de color y vida a la casa en donde está sentada la señora rodeada de tres sillas, que permanecen sin ser ocupadas.
A diez cuadras, un regordete de 27 años comienza a aminorar la velocidad de su bicicleta, suelta los pedales momentáneamente y sus piernas flotan por encima de ellos, se sujeta nuevamente, y con sus dedos frena entrecortadamente. Sobre su hombro cuelga una mochila azul oscura que combina con la gorra que lleva puesta, en la que de frente se lee: Correo Argentino. (BEEep). Se tira débilmente sobre la banquina, esbozando una sonrisa a su maniobra de circo, un auto lo pasa, su conductor le dirige una mirada furtiva. “Pero cómo no te vas a la mierda”, piensa el dueño de una bici destartalada, que continúa su camino.
Esta vez, el sentido que a las madres las transforma en seres místicos, que lleva a entender por qué continúan diciendo ‘mi bebé’, aun cuando el niñito muestra abundante barba y una voz ronca de años de fumar, no aparece, no se hace presente: no ve venir la avalancha de sentimientos que se concentrarán en su pecho, cuando entre sus manos tenga las hojas que él escribió con sufrimiento.
Hace unos días ella le había comentado a su marido que el Mati no llamaba hace tiempo (dos días). Él la miró, sonrió, y se levantó de la silla. Finalmente le dio un beso en la frente y se marchó. Ella pensó unos segundos más y luego levantó la mesa: primero los platos, encima de ellos los cubiertos, y finalmente los vasos.
La cocina era pequeña, junto a ella estaba el lavavajillas y enfrente una heladerita. En la casa, este espacio era un lugar de transición entre la habitación y el living. Al final de este último, se encontraba la puerta que comunicaba con la habitación de Mati.
En esta oportunidad, salvo en aquella ocasión, ningún augurio le había advertido que su hijo no se encontraba bien. Como sí había ocurrido cuando terminó con Eliana, ella lo supo, aunque ni él ni ella se lo dijeron, aunque trataran de ocultárselo. Nadie se lo había dicho. Como el día que esos muchachos le pegaron, ella ni siquiera tuvo que verlo: se había escondido todo ese fin de semana en casa de sus abuelos, sin embargo ella lo sabia, se afligió al principio cuando esa punzada en el estomago (algunas veces la revelación sobrevenía a través de un sueño) apareció súbitamente, sin embargo al escuchar su voz por el teléfono, respetó que su hijo tratase de fingir que todo estaba bien, cuando en realidad tenía una bolsa de hielo sobre sus mejillas inflamadas.
Sin embargo hubo un día en que no pudo ocultar su ánimo, esa tarde despertó con lágrimas en sus ojos. Había “visto” a su hijo en la vereda del colegio llorando con la frente apoyada en las rodillas. Se levantó de la cama, enfurecida, era ya de noche, su hijo iba al colegio por la tarde y era Adrián quien lo pasaba a buscar. Ninguno de los dos se encontraba. No era la primera vez que se dormía y despertaba al anochecer, como tampoco era la primera vez que despertaba y no se encontraban los hombres de la casa.
Estaba lista para salir cuando llegaron, él estacionó el auto, y ella inmediatamente le gritó: “¿qué estuviste haciendo que no lo pasaste a buscar?”. Padre e hijo se miraron sorprendidos, era verdad, Adrián no había podido llegar a la hora exacta a buscar a su hijo, por eso habían planeado lo que iban a mentir: helados, una vuelta, la tía, otra vuelta. Pero no. El reflejo de ambos los había declarado culpables. Días más tarde se preguntaron cómo. Ella tomó de la mano al niño, y ni siquiera miró al desgraciado que se había olvidado a su pequeño hijo. “En qué estabas pensando. Inconsciente”- le diría, en un tono no del todo conciliatorio, días más tarde.
¿Cómo?: lo supo. Nada más.
Sobre la mesa, de la que ella ve caer la tarde, hay un diario, una azucarera, una servilleta, un plato y una cuchara, de allí toma con sus dedos la oreja de la taza que está orgullosa de haber comprado, cuando escucha que alguien golpea las manos. Levanta su cabeza, y sus ojos claros, distinguen entre las rejas del portón al muchachito del correo que, como acostumbra, dejó apoyada su bici en el desvencijado cesto de la basura. Se puso de pie y se dirigió a la puerta por el sendero de la entrada. Vestía una remera salmón y un jean azul, su pelo negro y enrulado brincaban en su frente como si fuesen resortes. Abrió el portón.

II
“Hoy, alguien tocó la puerta dos veces. La tercera vez sólo fue un anuncio de que la puerta se vendría abajo.
La tiraron.
Cuando escuché el sonido por segunda vez, : “Listo” le dije, “te creo”, creyendo aún que se trataba de una broma. Y ya era tarde”.
Las ventanas de sus ojos comenzaron a acumular desesperación, se frotó los ojos como si algo le picara.
“Y entraron.
Nosotros, que estábamos sentados a la mesa, observamos confundidos, no tuvimos tiempo a reaccionar, alguien me sostenía las muñecas, y otro me sujetaba del pelo. Lo mismo hacían los otros tres con mi compañero. Noté que mis piernas se entumecían al igual que mis brazos. Lo único que podía sentir era mi corazón latiendo desesperada y desenfrenadamente. Mis pensamientos se disparaban de manera tan vertiginosa que no recuerdo ninguno. Sentía miedo.
Fueron pocos minutos, lo sé, y sin embargo.....
¿Para quién escribo?
Creo que para la misma persona en quien pensaba cuando me aseguraron que eran mis últimos minutos de vida. Para la misma persona a la que deseaba tener a mi lado.
¡Como le pegaron a él! Le pegaron tanto que, tirado en el suelo, minutos más tarde, se retorcía y tenía espasmos como si continuaran. ¡Tanta furia!
Horas más tarde, luego de que se lo llevaran, me senté en un rincón. Con la cabeza apoyada a las rodillas le pregunté a Dios, ya que no estaba ella, ¿quién? ¿por qué?
El no saber las respuestas posiblemente es lo que me permite seguir vivo.
Nadie recibirá estas hojas, aunque siempre hay alguien que las encuentra y las recuerda.
Mi nombre es Matías Gonzáles, fui compañero de habitación de un hombre que sí tenía las respuestas de aquellas preguntas. Su nombre es Roberto Esthuer: estudiante enérgico”.


III
La taza se cayó de sus manos y se estrelló en el piso.
La noche se había apoderado del jardín engendrado en sus brazos.

IV
Despertó bruscamente.
Angustiada.
Se sacó de encima las colchas y comenzó a vestirse.
-Vamos a tener que comprar una taza nueva amor- le dijo Adrián al verla despierta.
Sin prestarle atención, continuó vistiéndose.
- Encedé el auto. Vamos a buscar a Matías.
- Pero mujer, hoy es martes.
Lo observó y no hizo falta explicar nada.
Con esta sensación se levantó cada día, a partir de este, un ejército de madres.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Una fallo de paz y amor

Corrían los primeros años del siglo XIX, cuando en un puerto del sur de China, entrada ya la noche y sin levantar sospechas, un comerciante británico le cambió a un comerciante chino una gran cantidad de opio, por los productos que el oriental poseía: porcelana, seda, condimentos, y té. El inglés pensó que se trataba de una gran oportunidad para comenzar a disminuir las perdidas que le ocasionaba comerciar en esta tierra. El asiático, luego de hacer dos pitadas, lo único que llegó a pensar fue: “como pega esta mielda”. Con el tiempo, esta situación se multiplicaría y este negocio sería uno de los más comunes entre estos dos países. Todo era amor y paz hasta que en el año 1829 el gobierno imperial Chino decidió prohibir el comercio de opio en su país; esta decisión molestó al gobierno británico, puesto que con la comercialización de este producto había logrado reducir el déficit que le ocasionaba el comercio con China. Con el estandarte de la defensa del Libre Mercado Gran Bretaña atacaría a este imperio, originando los conflictos que se conocerían como las Guerras del Opio.
En el Siglo XX, el gobierno de Estados Unidos relanzaría en su país la guerra contra las drogas, puntualmente contra la marihuana, lanzando una campaña de publicidad que trabajaría la idea de que esta sustancia estaba vinculada a la delincuencia, a la rebeldía, al comunismo y a la locura, por lo tanto concluyeron que su consumo constituía un delito. Tiempo después este país no sólo usaría distintos métodos para instalar su modelo político-económico en toda América Latina, sino que también trasladaría esta idea: consumo de drogas igual a delito. Pero, insistimos, esta guerra no era contra las drogas en general, sino contra aquellas que simbolizaban el avance del fantasma socialista en el continente. Y esta no es una interpretación caprichosa. El diccionario de la Real Academia Española, considera droga a cualquier “sustancia o preparado medicamentoso de efecto estimulante, deprimente, narcótico o alucinógeno”. Según esta definición las bebidas alcohólicas constituirían un tipo de droga deprimente, sin embargo la Ley de Drogas de nuestro país nunca consideró condenar, hasta con 2 años de prisión, a aquel que consumiera alcohol, tabaco, o tranquilizantes. Además esta norma limita la libertad y la intimidad de una persona, derechos que en nuestro caso se defienden en El artículo 19 de la Constitución Nacional, que establece que "las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública ni perjudiquen a un tercero están sólo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados".
Finalmente la Corte Suprema de Justicia argentina ha reconocido esto, y abrió el camino a la despenalización del consumo privado de drogas, al declarar inconstitucional la sentencia contra cinco jóvenes que fueron condenados por “fumar un porrito”. El fallo se basa en el concepto de autonomía personal, protegido por el artículo que citamos en el que se señala que no se puede penalizar conductas realizadas en privado que no ocasionan daño o peligro para terceros. Se estima que esta sentencia creará jurisprudencia y los demás tribunales aplicarán en lo sucesivo criterios semejantes en otros casos de consumo privado de estupefacientes.
Distintos sectores se opusieron a esta medida, y una gran parte sostiene esta posición argumentando que los niños y adolescentes de los barrios marginales se ven amenazados continuamente por el “Paco”. Sus reclamos se entienden, no obstante consideramos que no están bien dirigidos, porque esta situación no es producto del "flagelo de la droga" sino de la cadena de la pobreza que tiene como eslabones principales la falta de trabajo, la destrucción de las relaciones sociales, y la precaria contención que se les ofrece.
La guerra por derogar la ley en el Congreso todavía no ha comenzado, sin embargo este fallo, adelantó un poco lo que viene. Esta recapitulación deja una pregunta ¿Que sucedería si los países del primer mundo encontraran convenientes el negocio de otras drogas, y el resto de los países prohibiera su comercio? ¿Se hablaría de la guerra contra las drogas o de la defensa por el Libre Mercado?

lunes, 31 de agosto de 2009

Anoche me pegó una piña Patón

Supongo que en cada ciudad del mundo hay un Patón. Los Patones (y cuando digo “patones” no me refiero a los que calzan de 44 para arriba, sino a los que tienen determinado carácter) suelen ser impulsivos y torpes. Suelen ser altos, grandotes y posiblemente posean una voz monótona, gruesa y honda. “Eh, ¿dónde tan los changos?” pueden preguntarte sin gracia si te ven por la calle. “Ahh” te pueden contestar después.
En este caso, Patón es un vecino del barrio 100 viviendas, barrio de clase media en el que la mayoría de los jefes de hogar son empleados municipales, comerciantes, docentes, o gastronómicos; barrio de clase media en el que la mayoría de los hijos de esos padres estudian en escuelas públicas, y se hacen radiografías en hospitales públicos. Se me ocurre que este sector podría servir de muestra de lo que es, en líneas generales, Termas de Río Hondo: una ciudad de clase media constituida por empleados municipales, comerciantes, docentes y gastronómicos. Un pequeño paraíso peronista en este insensible sistema capitalista.
Patón me lleva varios años, así que cuando yo comencé a salir, Patón, ya era Patón. El primer recuerdo que tengo de él, es el de una noche en un boliche en el que le pegó a un amigo mío. Yo estaba ahí. Recuerdo que Patón estaba tan sacado que en un momento le sacó (nunca tan apropiada la redundancia) una pistola. Al final lo controlaron y lo sacaron. Creo que lo vi llorar por la furia que sentía. Nunca supe qué le había hecho mi amigo.
Otra noche terminamos tomando algo en un parque y nos hacía ver, a todos los que estábamos con él, que tenía un cuchillo. Siempre me dio la sensación de que nadie lo quería, pero que aceptaban compartir y reír con él, para no tener problemas.
Al tiempo me llega la noticia de que apuñaló a un chango y tuvo que irse un tiempo de la ciudad.
Le pierdo el rastro hasta que vuelve, se pone de novio y tiene una hija. Al parecer no era de acá. “Patón se rescató” se comentaba. Al tiempo se va, creo que a San Bernardo a trabajar con su novia. Cuando vuelve, vuelve solo y buscando trabajo.
Comienza a entrenar en un equipo de fútbol para jugar en la liga local. Lo ponen de defensor. Todos reconocen sus limitaciones técnicas y físicas, pero confían en que compensa esto poniendo fuerza, ganas y compromiso.
-Necesita que lo contengan- me dijo su entrenador una vez, mientras lo veía entrenar. Asiento.
“Patón se rescató” se vuelve a comentar.
Anoche (viernes) termino de jugar al padle y salgo a dar unas vueltas. Después de ver por dónde me podía sentar, termino en un banquito del parque. Algo conversaba con una amiga cuando de repente, en una esquina cerca de ahí, se arma una pelea. La curiosidad nos gana y nos acercamos. Patón peleaba con un conocido nuestro. En un momento el otro chico se cansa y se sienta en el piso. A patón lo sostenían tres personas. Logra soltarse y lo encara de nuevo. Sebastián, así se llama el conocido, no se levantaba. Yo estaba cerquita de él y cuando lo veo venir a Patón, se me da de ponerme arriba y decirle “no le pegués, está en el piso”. Tira una patada y no le pega. Yo seguía ahí, en el medio. Pasa todo rápido y siento una piña. Llegan otros y logran agarrarlo de nuevo, Seba corre, lo alcanzo en la moto y lo llevo. En el camino me dice que Patón es su amigo, que cómo le va a hacer eso.
Luego comienzan las repercusiones, los comentarios, los relatos, es todo un acontecimiento.
Uno me dice: “¿Te pegó no? Y bue, eso te pasa por meterte, yo por eso no me meto”. Siempre aparecen los que te dicen “no te metás”.
No me quedó ninguna marca, sólo la anécdota de que anoche me pegó una piña Patón.

lunes, 17 de agosto de 2009

Mis primeras dos entrevistas

El día que me puse nervioso

Termas de Río Hondo es una de las mejores ciudades de Santiago del Estero, sin dudas, o mejor dicho es uno de los mejores paisajes urbanos de esta provincia. No sé cuándo se fundó, ni por quiénes, ni ningún otro dato histórico; sé que no tenemos el acento de los “santiagueños”, no decimos “¿qué haces?”, decimos “¿qué hacé?”; sé que no todos lloran cuando se van del pago; sé que gran parte de su población tiene que migrar para buscar trabajo; sé que la mayoría de los termenses solemos cruzarnos con marplantenses en algún momento de nuestras vidas, y que de esa cruza sale un tono y un vocabulario nuevo que incluye los términos: “pibe”, “viste”, “capi” “logi” “manzana”, “fie(r)ro”, “fo(r)ro” “pancho” y otros que ahora no recuerdo; sé que hay jejenes, (Traducción: mosquitos aún más cargosos que los normales); sé que en el verano llueve los fines de semana y que un ratito después vuelve a hacer 50° de calor; sé que la Cuenca Salí Dulce está contaminada y que por eso cada tanto aparece una mancha en el lago de la ciudad o un espiral de pescados muertos; sé que debe ser uno de los pocos lugares en los que en invierno hay días de sol; sé que las aguas termales atraen a turistas de distintas regiones del país; sé que todos los años se trabaja un poco menos; sé, y esto es lo quería comentar, que en esas temporadas de invierno suele llegar a la ciudad algún artista o un espectáculo importante. Welcome to the Termas.
En julio del año pasado llegó a esta tierra Nito Mestre. Sí, el que cantaba con Charly García en Sui generis. “Está igual” sólo que un poco más canoso y gordito. Un día antes de dar su función en el Centro Cultural brindó una conferencia de prensa en un Hotel. La novia de mi tío que trabajaba ahí me avisa. A la siesta me pongo a preparar preguntas. Lo único que se me ocurría era preguntarle si lo había visto a Charly (era la época en la que Charly estaba internado) pero me parecía desubicado. Al final se me ocurren dos. Me mando.
Había 15 personas: dos mozos, un productor, un presentador, el intendente de la ciudad, una fotógrafa, periodistas de Santiago, de Chile (sí, Chile) otro más y yo con un celular y una carpeta. “Bienvenidos, buenas tardes, que pum que pam” y el Intendente Luis Saleme le hace una broma de mal gusto (o confesión, nunca lo sabré) a Nito Mestre: “nací en Tucumán pero me vine a robar acá” ja ja ja, se rompe el hielo, todos felices. Se abren las preguntas. “¿Crees que la crítica musical argentina no ha valorado tu trabajo?”. No recuerdo la respuesta. Sé que en algún momento dice que sus discos solistas no son tan conocidos porque ninguno se produjo con el apoyo y la difusión de un sello discográfico importante. Mi viejo me dirá que los temas de él son todos iguales: guitarra, flauta, flores y arco iris. A la noche, en el show, comprobaría que era cierto. La conferencia de prensa seguiría y me encontraría con una persona segura, madura, relajada, tranquila, nada de sexo, drogas y rockanroll, nada de rockanroll n’ n’ n’. Hago mis preguntas. Termina todo. Pico unos alfajorcitos, unos sanguchitos, tomo un vasito de coca, y podría haberme ido. Pero no. Se me ocurre preguntarle si le podía hacer una entrevista para salir en vivo para FM 92.5. “Dale”, me dice amablemente. Este es el momento en el que tengo que hablarles de Ariel Romaguera. Era, en ese momento, el operador de la radio. Le gusta la marcha, la salsa, se autodenomina “dj lagarto”, se ríe a carcajadas, se chupa el dedo, y siempre, hasta el día de hoy, se portó bien conmigo. Ah, él no habla en la radio, sólo pone música y te saca al aire. “Listo”, me dijo ese día. “Estamos con Nito Mestre que hoy….. pa pa pa pa pa… , ¿con qué show se va a encontrar la gente que vaya hoy al recital?”, primera pregunta. “Bla, bla, bla, bla”. “Por qué crees que las canciones que compusieron con Charly en Sui Generis perduran hasta el día de hoy”, segunda pregunta. “No soy Sociólogo”, me contesta irónicamente y sigue “pero me imagino que bla,bla, bla”. Me pongo nervioso y me bloqueo, no sé qué más preguntarle. “Le querés preguntar algo Ariel” (jaaaj) y Ariel hace lo que sabe hacer: sube el volumen. Silencio. Al final Nito aprovecha para invitar a todos. Chau. Gracias. Me río. Me pasara varias veces después, pero esa fue la primera. Todavía me río.



La segunda entrevista se llama “El día que me vendí”, una entrevista a Leo Matiolli. Sí, “Leo, Leo, Leo”.

lunes, 3 de agosto de 2009

El hombre, el súper hombre, y el nuevo hombre

No pretendo desarrollar el pensamiento de Friedrich Nietzsche ni lo que propone en sus obras, ya que lo poco que he leído han sido interpretaciones de sus pensamientos, y algunos párrafos de sus libros. Podría decirse que conozco un Nietzsche mediatizado: un Nietzsche enamorado construido por el "Día que Nietzsche lloró" (un Best-seller escrito por x); un Nietzsche solitario y racista; un pensador critico, lúcido y oscuro; un hombre que "asusta" por postular el anticristo y otros demonios.
Encontré "Genealogía de la Moral" y "Así Habló Zarathustra", una tarde en la casa de un amigo. Por curiosidad leí un par de hojas. El primero era bastante denso, me dormía en la cuarta o quinta hoja de lectura corrida, así que lo abandoné bastante rápido. "Así Habló…" era más dinámico; estaba compuesto de frases simples en las que un hombre (tipo maestro espiritual que baja de una montaña y se sienta cerca de un árbol) opinaba y aconsejaba sobre distintos temas.
Tiempo después alguien me habló de él. Me dijo que Nietzsche había inspirado el pensamiento nazi, lo que es decir que había sido el ideólogo de uno de los genocidios más crueles de la historia de la humanidad. Me habían quedado dudas, pero para defenderlo tenía que leer más de 500 páginas.
Ahí se había estancado nuestra relación: en que él era tan insensible, egoísta, racista, y perverso como Hitler y varios de sus amigos. Un tipo cerrado con el que uno no se sentaría a tomar una cerveza.
Semanas atrás tenía (otra vez) una leve sensación de angustia. Sentía que las ideas y las creencias que dan sentido a mi existencia podían ser ridículas y falsas, puesto que leyendo el Quijote de la Mancha encontré que, en general, nos pasa algo muy parecido a lo del hidalgo: lo que leemos nos influye y nos condiciona de tal manera que nuestra forma de interpretar y encarar las cosas podrían ser una ilusión, un engaño. En vez de ver molinos de viento vemos ángeles o demonios; en vez de ver un rebaño de ovejas y de cabras vemos un ejército con el que debemos combatir, vemos estatizaciones o privatizaciones, y así comenzó a desmoronarse todo de nuevo. A esto se agregaba la crítica de mi amigo Nietzsche a mi moral occidental. ¿Dios? Podría ser una inventiva cultural y psicológica para encontrar sentido a todo esto. Y ahí, paradójicamente, ese mismo hombre me susurró por medio de un aforismo: "seguir soñando sabiendo que se sueña". Y aunque esa no haya sido su intención, recuperé mi fe.
En líneas generales los cristianos interpretamos que en este mundo estamos de paso, sin embargo esto no quiere decir que no debamos vivir con plenitud y que no recordemos que es en esta realidad en la que uno debe dedicar al menos una parte de su tiempo, de su fuerza y de sus capacidades a colaborar con otros, a ayudar a otros, a sentirnos parte de un lugar y de una comunidad. La perspectiva de este autor debería ser tomada como una alerta para no perder de vista dónde estamos y qué debemos hacer, y no para escandalizarnos y demonizarlo.
Es cierto, esta cultura occidental se basa en un libro: la Biblia, y esto se debe a que muchos hidalgos cristianos la impusieron violentamente, sin considerar que Jesús basó su mensaje en el diálogo diario. La Biblia desde el punto de vista de esos hidalgos parece una farsa, un instrumento para dominar y someter. Pero si leemos atentamente descubriremos que ese libro hace énfasis en el amor, en el diálogo: ilusiones irrenunciables.
Me quedo, entonces, con ese susurro final: seguir creyendo sabiendo que no se puede demostrar lo que se cree. Seguir intentando sabiendo que se intenta y que quizás nada cambie.
Entre tantas cosas a las que se adelantó a su tiempo, se puede agregar una más: pudo preveer que en este futuro pocos se sentarían a leer 500 páginas (a conocer a alguien), que muchos lo interpretarían erróneamente, que sería uno y otro, que sería esto y aquello en el mundo en el que sólo circulan imágenes. Por eso su pensamiento se condensa en recursos literarios conocidos como aforismos (pequeñas frases).
Quiero creer que, como cualquiera de nosotros, osciló en constantes contradicciones, que un día se enamoraba y al otro se desilusionaba, que un día se sentía seguro y otro se encerraba en su cuarto renegando de su suerte, que un día creía y que el otro mandaba todo a la mierda. Quiero creer que al llegar a la conclusión de que no se puede definir a algo como verdadero, nunca planteó que había una raza, valores, creencias, pensamientos, o costumbres superiores a otras.
El superhombre en el que creo, es el que cree en un mundo en el que nadie cree; el superhombre es el que sueña en un tiempo en el que nadie sueña; el que ama cuando nadie ama; el que intenta cuando nadie intenta; un superhombre que podría confundirse con el nuevo hombre cristiano.

miércoles, 29 de julio de 2009

En caliente

Siempre nos han recomendado tomar las cosas con calma, pero estos meses, a través de los medios de comunicación, hemos asistido a un desfile de imágenes y frases que nos llevaron a contar hasta 10.

Recuerdo una propaganda en la que se nos recomendaba contar hasta 10 si se nos presentaba una situación estresante, el objetivo era lograr que no actuáramos movidos por la ira para no tener que lamentar sus consecuencias. Varios habrán descubierto que ésta no sólo era una técnica que ayudaba a evitar problemas entre familiares, amigos y vecinos, sino que prevenía diversas enfermedades.
Desde los tiempos más antiguos se asocia la serenidad con la sabiduría. Caciques, filósofos, maestros, y profetas pasaron un largo rato en el desierto moldeando su carácter y su pensamiento antes de volver a sus comunidades con su mensaje. Cuando regresaban, aunque no estaban exentos de algún sobresalto o disgusto, parecían imperturbables. En su último gran gesto el nazareno más famoso le pide a su padre que perdone a aquellos que lo insultaban, lo escupían y lo golpeaban sólo por proponer que se amen unos a otros.
Paulatinamente esto fue cambiando y en nuestros días el que tiene bronca, tiene prensa, y ese se gana la simpatía de numerosos sectores. Hace unos meses Susana Giménez estaba enojada porque habían matado a una persona que formaba parte de su staff y, con bronca, pidió que se instalara la pena de muerte, minimizó los derechos humanos, y se descargó. Un psicólogo habrá pensado “liberó su bronca reprimida y se evitó un tick nervioso”. El mecánico del taller de la vuelta habrá dicho “no le llevés el apunte, está caliente”. Pero no. Aunque no se trataba de un especialista en la materia que concluía su tesis presentando investigaciones, estadísticas y conclusiones, se le atribuía autoridad a sus palabras. Tiempo después un joven de Buenos Aires reclamaba justicia por la muerte de su padre. El reclamo era lógico y comprensible, sin embargo lo que me asombraba era que los periodistas le estaban preguntando a ese vecino dolido qué pensaba sobre bajar la edad de imputabilidad y sobre instalar la pena de muerte. El sentido común nos dice que si una persona se encuentra en un proceso de duelo, no le podemos ir a preguntar qué le parece la vida. Luego los vecinos del barrio, donde asaltaron y mataron al hombre, golpearon a un magistrado y a un funcionario de la zona, varios periodistas creyeron que se trataba de un mensaje de la sociedad para la justicia: una piña significaba instaurar la pena de muerte y una patada bajar la edad de imputabilidad.
Sin pretender igualar a estas personas ni a estos hechos con los que voy a citar, vale la pena recordar, (para dimensionar hasta dónde nos puede conducir el resentimiento), que habían pasado casi diez años del final de la primera guerra mundial, los alemanes todavía estaban dolidos. Seguían pagando las consecuencias de esa guerra en la que habían perdido territorios, prestigio, y dinero. Adolf Hitler era uno de ellos, su cólera se depositaba en comunistas, judíos, homosexuales, discapacitados, gitanos, negros, y todo el que lo mirase mal. Toda esa bronca se acumuló en un discurso que se reprodujo por los nuevos instrumentos que aparecieron en esa época. La gran mayoría aplaudió y pocos interpretaron que ese muchacho estaba caliente.
Ahora que los medios de comunicación tienen engripada su agenda se han generado las condiciones para poder pensar con calma y sensatez este tema. ¿Hay inseguridad? ¿se revuelve de esa manera?

martes, 21 de julio de 2009

Feliz día del amigo

La ruta 9 divide en dos la ciudad. De un lado queda el parque al que siempre llamé pulgarcito. Lo remodelaron hace poco, donde había una calesita y un circuito de karting, ahora hay modernos juegos de toboganes y otros entretenimientos para niños a los que no le encuentro forma con mi mirada de grande. Hay tipos casillas que supongo que hacen de baños. La iluminación transforma esta vieja manzana en un lugar moderno.
Sábados y domingos los niños corren, ríen, saltan, y reúnen a la familia en el parque. Compran unos panchos, un pochocho, una garrapiñada o un algodón y se van contentos con su linda tarde. Cuando las familias se retiran llega el silencio y el pulgarcito parece un lugar abandonado. En un tiempo los serenos permanecían toda la noche recorriendo los pasillos y las veredas. Ahora no los veo.
En una de las esquinas hay una fuente, varios grupos se reúnen alrededor, algunos turistas se sacan fotos, otros se sientan a tomar una Coka, y otros caminan. Se parece bastante a la fuente que está en Mar del Plata al final de la peatonal San Martín, sólo que faltan los Power Rangers, los Micky Mouse, o el Hombre Araña. Acá, los Súper Héroes no se bajan del trencito que recorre gran parte de la ciudad.
El ruido de las motos reemplaza los murmullos y el alboroto de los niños. Es que en Termas siempre hay motos, y los motociclistas no se conformaron con el sonido de las sordinas: ahora escuchan reguetones y cumbias mientras manejan. No sé en qué lugar de las motos instalan esos equipos, pero ahí están. Alguien me dijo alguna vez que las calles que rodean el pulgarcito se convierten en la pista del tontódromo, y es cierto, tan cierto que yo soy uno de los tantos pilotos que conducen una onda wave.
Frente al parque, cruzando la ruta 9, está la YPF, varios negocios y un Pub. Como cada noche de los fines de semana, "El Chúkaro" está lleno. Pido un vodka con Speed y le digo a Ingrid que nos vayamos. Que crucemos la ruta y vayamos al parque. Vamos saliendo y un vago que le presume le pregunta a dónde va. Ella le dice que a hamacarse en el parque. Me río. Es sincera. A eso vamos: a hamacarnos, aunque él crea que nadie se hamaca a esa hora, que todos, a las 4 de la mañana, tratan de encontrar a alguien con quien coger. En la puerta parece que se armó un pequeño disturbio. Alguien que trata de entrar y el seguridad del local que le niega el paso. Puteadas, explicaciones de todo tipo, y logramos salir. Antes saludamos a los que cruzamos. Feliz día del amigo, mua, mua. Cruzamos la ruta, de lejos viene un camión y por la esquina llega una moto, él que va atrás toma un vino en una botella de plástico cortada y grita o balbucea algo.
Llegamos a la vereda del pulgarcito. Hace frío. Cada uno tiene su vaso de vodka con Speed. Ella me dice de comer una hamburguesa en la YPF. Le digo que no, que ya comí un sandwich en los carros y ella me confiesa que está llena pero que quiere ir para ahí. Al final nos quedamos. Hablamos de los amigos: de lo que sentimos y de lo que pensamos de cada uno de nuestros amigos. Que aquel es así y el otro asa.
-Me parece que nosotros haríamos una linda pareja.
-No sé, no creo. Nos llevamos bien como amigos, pero como novios nos celaríamos mucho.
-Sí, no sé.
-Por ahí en otra vida.
Se ríe y me dice que siente que el vodka le está pegando. Pasa un amigo. Le chiflamos. Para. Caen dos más. Recién salen de trabajar. Un poco de formalidad y comenzamos a reírnos. Hablamos de todo un poco, desde que antes esto y ahora aquello. Que ahora se fuma porro en la escuela, que en el campo también toman merca, que los videitos caseros son la sensación del momento, que esta ciudad es chica, pero siempre sale algo.
No puedo recordar cada detalle de la conversación. Se acaba el alcohol.
Le digo a Ingrid que volvamos al "Chúkaro". Cruzamos la ruta. Por un ratito siento que soy feliz. No le digo a Ingrid gracias por ser mi amiga porque ya somos grandes. Entramos y bailamos un reguetón. Cinco horas antes le había dicho feliz día del amigo y nos abrazamos fuerte.

martes, 7 de julio de 2009

Atrapar el viento

Trato de subir,
lo más alto que puedo,
para observar todo desde arriba,
tranquilo, claramente,
pero las plumas de mis alas,
una a una me abandonan,
y tengo miedo de caer y finalmente perder.


Al fin, cerrando mis ojos,
Descubro que,
cuando vuelo,
él, solamente me hace jugar,
porque al viento,
¿quién lo puede atrapar?


Y éste me devuelve,
lo que nunca pude crear,
ese espacio al que el hombre no llega,
si es que no aprende a esperar,
a que el viento, finalmente......
se decida a soplar

viernes, 12 de junio de 2009

“Bon appétit”

Doctor Cianuro y su delicioso Corazón

-Claudio Cianuro, un gusto. Tome asiento por favor.
-El placer es mío doctor.
-Usted dirá.
-Por la mañana siento un dolor muy intenso en el pecho. A la noche, antes dedormir, lo mismo.
- ¿Únicamente en estos turnos le sobrevienen estos malestares?
-Sí doctor
-El corazón señorita.....
-Lucille.
-Señorita Lucille, el corazón es apenas un poco más grande que esta manocerrada.......

II

El doctor está sentado en su sillón, frente a él su escritorio al final del día: un pequeño portarretrato, carpetas, hojas sueltas, papeles, algunas lapiceras desparramadas y otras colocadas sobre un frasco. Toma un follo y saca algunas hojas de su interior. Las mira,paseando su mirada, preocupado.
Su rostro pálido luce aún más fatigado al finalizar un día laboral.Tiene una pequeña cicatriz al costado de sus finísimos y rosados labios. Sunariz, recta, parece brillar. Tiene el pelo exactamente igual a como selo arregló por la mañana; también su guardapolvo permanece impecable.Mira hacia la puerta como si esperara a alguien, como si la puerta de suconsultorio se pudiera abrir de golpe y ser acribillado por dos matones asueldo, de chaqueta negra y sombrero combinando.

Toc, toc, toc

-Adelante.

La puerta se abre. Tímidamente.
El corazón del doctor Cianuro se dilata y se contrae velozmente. Su rostroatribulado no muestra ningún tipo de reacción.

Los pacientes que visitan al doctor generalmente toman asiento en la silla queestá frente a él, en este caso la señorita se sienta en el sillón que está a suderecha. En la pared hay un cuadro: un paisaje de París. A la derecha, unamesita repleta de libros.
La mujer toma uno cuidadosamente. Claudio hace lo mismo con las hojasque tiene en sus manos. Cruzan miradas, en algunas ocasiones coinciden. Elladesliza una nota que se muere en un punto de la mesa. Por ultimo,se levanta y se retira mordiéndose los labios.

La puerta se cierra.

El doctor se acerca al sillón y toma la nota. A continuación da unospequeños pasos hacia la ventana.

"Los dos besos que me diste ayer ¿eran de dolor? ¿quién me dirá si fueron los últimos?"
Doctor Cianuro vuelve a leer sin inmutarse. Toma la pequeña hoja que conteníaese verso y la dobla con cuidado en pequeños cuadritos. Finalmente toma sumaletín y se va.
Antes de cerrar la puerta introduce el sobre en uno de sus bolsillos.

III

Cianuro llega a casa.
Sus hijos nunca corren a abrazarlo, así que no le sorprende que continúen jugando en la vereda del vecino mientras el camina hacia la puerta.
La tele está encendida y su esposa se baña.
La cena está servida.
Sin quitarse el guardapolvo, doctor Cianuro come verduras imaginando que traga distintas, y sabrosas partes, de su delicioso corazón.
La tele lo acompaña a dos metros de distancia y unos ruidos indistintos ocultanlos murmullos y las carcajadas de sus hijos. Mientras tritura su corazón,diminutas gotas de lluvia impactan sobre la piel caribeña de su esposa desnuda.

Ya acostado, Claudio soñará, rodeado por los brazos de María, que está solo en una canoa. Días y días, perdido en el mar. Desesperanzado, hambriento y sediento comerá ybeberá de lo único que tiene a su alcance en la balsa: un corazón que no parade latir en la quietud y mansedumbre de un inmenso océano.

IV

Se levanta.
Como un zombi se dirige al baño.
Lo hace todo muy lento.
Arrastrándose.
Los niños duermen, y María no despertará hasta las 8 AM. Terminade vestirse y siente la bocina de un auto.

-Buen día doctor Cianuro.

En el trayecto hacia su trabajo escribe algo que se parece a un poema.

-Hoy va a llover, doctor. ¿Tiene paraguas en su consultorio?
-Creo que hay uno.
-Voy a ver si por la tarde le traigo a mi hijo mayor para que lo vea, estos días se la pasó tosiendo.
-Los espero.
-Adiós doctor. Dios lo bendiga.

V

Que no me siento bien. Que no aguanto más. Que qué tengo. Que los remedios nofuncionan. Que si me va a curar. Que si es peligroso. Que si puede morir. Quela garganta. Que el estómago. Que la cabeza. Que el hígado. Que los intestinos.Que no tengo nada. Estas frases y otras escucha a diario el Doctor Cianuro, estedía no ha sido la excepción.
Su secretaria entra a su consultorio y le informa que no quedan máspacientes.Doctor Cianuro desarma la camilla, apaga la lamparita y guarda todos losinstrumentos que utilizó para examinar a las personas que atendió durante lamañana y la tarde; afuera se escuchan los primeros truenos, (su Chofernunca falla), sólo la luz de la oficina queda encendida.

Se sienta y aprovecha este segundo de silencio para mirar a su alrededor.

Su rostro vuelve a cobrar ese tono solemne que refleja siempre.
Diez minutos después aparecerá la misma señorita que lo visitó el día de ayer. Sin comentarios Claudio se irá dejando una hoja sobre su escritorio.

La mujer se levanta desesperadamente, choca con lo que se interpone en su paso,toma la hoja y devora su contenido sin sentarse, hasta que el impacto de lo quesiente la derrumba sobre el asiento donde hoy estuvieron sentados un gran númerode pacientes.

Llora.

Débilmente.

Con un pañuelo seca sus lágrimas y permanece en la misma posición hasta quealguien abre la puerta y le recuerda que "el doctor no atenderá hasta mañana alas 8 AM".

-Merci

VI

En la calle hace frío.
Se abraza a sí misma mientras le hace señas a un taxi.

-A la Civille, por favor.

Ve pasar edificios, restaurantes, locales de comercio, luces, personas,automóviles; siempre con su rostro apoyado en la ventanilla. Trata de nopensar, pero es imposible, se deja llevar como los barquitos de papel queviajaban por los canales de agua de las calles, ante la atenta mirada de su hermana y de ella siendo niñas.
Repentinamente comienza a llover, cada vez más fuerte.

-La Civille, señorita.

-Tome, quédese con el cambio.

Abre la puerta y la lluvia se transforma en tormenta. Las gotas de agua chocaninterrumpidamente contra el pavimento del pasaje La Civille. Se dirige a laúnica casa que no tiene encendida las luces, abre la puerta y la deja sin llave. Tira sus cosas sin ninguna dirección y entra a su habitación. Ya recostada escucha, primero la lluvia, luego las ranas.

Soñará con Claudio. Hace poco que se conocen y caminan por un parque similar alpaisaje de Francia que el doctor tiene en su consultorio. Se sientan en elpuente a contemplar la laguna y como el sol se hunde, como un puñal, lentamenteen ella.

VII

Claudio está sentado en la mesa de su hogar, tranquilo bebe cada gota de su corazón en un vaso de vino tinto.
La lluvia ha comenzado a azotar la ciudad.
La luz parpadea.
Doctor Cianuro termina de beber su corazón y se levanta para traer una vela. Losniños se han sentado en los sillones alrededor de la tele.
María y Claudio se sientan juntos, se abrazan y se ríen al unísono de las imágenes que ven.
Luego de un rato se corta la luz.
Luego, las ranas.

domingo, 31 de mayo de 2009

La última vez que vi a Dios

La última vez que vi a Dios eran las 7 de la tarde.
Recién se levantaba de dormir y todavía vestía su pijama rosa.
Sonreía como sólo sonríen los dioses.
Precisa, como la puesta del sol, tomaba mate en su vereda.
Me quedé en la puerta observándola.
Ese día confirmé que Dios tiene la piel pálida y los ojos negros.
Eran las 7 de la tarde y el día se iba.

jueves, 16 de abril de 2009

Los mil rostros de la dicha

Dichoso el árbol
que no se oculta detrás de un bosque;
que muestra sus frutos en primavera,
y sus tristezas en otoño.

Dichosa la piedra dura,
porque no se excusa por ser indiferente,
y acepta la soledad de su camino,
es lo que le tocos ser:
piedra.

Dichosa la hoja ciega que se entrega al viento.

Dichosa la sombra,
porque no sufre por la luz.
Dichosa la luz,
que no se oscurece.

Dichoso el placer,
que no embrutece.
Dichoso el dolor,
del que se aprende.


Dichoso el que en la oscuridad,
alcanza a ver pequeñas sombras.
Más dichosos aquel,
que en la misma situación alcanza a ver la luz

Dichoso el que sólo sabe,
Que no sabe nada.

domingo, 29 de marzo de 2009

“Recuperar la práctica ciudadana y la participación juvenil”

"No se puede hacer nada.
No creo en nada.
No tengo ganas.
No estoy preparado.
¿Qué puedo hacer yo?"

Algunas veces en un aula nos quedamos callados, no nos animamos a preguntar, a dudar, a hablar, y si alguien lo hace pensamos que quiere figurar, que qué se hace, que esto, que lo otro.
En la casa directamente miramos la tele, dejamos (los futboleros) que Palacio, Pagani y Fabri instalen los temas que vamos a discutir.
Con amigos cambiamos el mundo hasta que descubrimos que estamos demasiados borrachos como para hacerlo y que es más fácil bailar un reggaetón y presumirle a alguien.
Pero cuando llega la hora de la verdad, el momento en que tenemos que hacer algo, el momento en que alguien propone algo serio, aparecen esas respuestas, y una más: "este se hace el Che Guevara".

¿Por qué?
No quiero ponerme nostálgico y caer en eso de que antes y antes y antes, pero para repasar un poco nomás, recordemos que a fines de la década del 50 y durante toda la década del 60 se presentaron, en distintas países y continentes, movimientos, proyectos, cambios teniendo como protagonistas, en la mayoría de los casos, a jóvenes. Revolución Cubana, Hippies, Agrupaciones Ambientalistas, Mayo del 68, Woodstock, Revolución Cultural China, Cordobaza son algunos ejemplos de esto.
Más allá de que, a la distancia, se señalen errores sobre lo que parió cada movimiento mencionado, se destaca la importancia de que la juventud, asumiendo un rol protagónico, intentó construir algo nuevo.
Entonces ¿Qué ocurrió entre mayo de 1968 y marzo del 2009?
En nuestro país, y en la mayoría de los países de América Latina, "la dictadura aniquiló las ganas de participar de los jóvenes, los hizo ver como culpables, sospechosos; eso es parte del daño que nos queda". Así se expresó Alberto Tasso, Doctor en Historia e investigador del CONICET y profesor de la UNSE (Universidad Nacional de Santiago del Estero) en un diálogo que mantuvo con 700 estudiantes de un colegio secundario de mi ciudad en un acto en referencia al "Día de La Memoria".
"Esos movimientos estudiantiles y juveniles declinaron en los años posteriores a la década del 60 y 70 porque fueron vistos como hechos negativos. En América Latina se apagaron estos focos de transformación, este ideario de libertad y de revolución, con gobiernos militares que se produjeron por golpes dados por militares de cada país que habían sido formados en instituciones educativas de Estados Unidos. Fue una estrategia militar y política. Los años posteriores a estos fuertes movimientos de jóvenes trajeron cadenas, y el hábito de las cadenas encadena, y no sólo se encadena el cuerpo, sino que también se encadenan cabezas, lenguas, y uno a veces tiene miedo de hablar, de pensar, eso es paralizante".
Dentro de los pasos que mencionó para recuperar esa presencia juvenil como constructora del espacio y el proyecto público, remarcó que "se debería empezar por recuperar el Centro de Estudiantes, el Periódico Escolar, el debatir, en el aula, en un club, en espacios públicos. Intentar conocer, revisar e interpretar el tema en mi pueblo, en mi provincia. Por ello- insistió Tasso- las instituciones educativas, deportivas, culturales y la familia cumplen una función fundamental para tratar de revertir este desencanto juvenil, este temor grabado. El diálogo, la comunicación intergeneracional en la familia, el conversar con el abuelo, contribuirán a reeducarnos en la democracia y en la practica de la ciudadanía, en cada momento y en cada lugar".

Lo que se busca es vender un celular
El rol de los Medios de Comunicación durante la dictadura militar ha sido objeto de críticas de todos los sectores de la sociedad argentina. El temor, la censura, las persecuciones se utilizan como atenuantes a la hora de reflexionar sobre el papel de éstos durante aquellos años. Pero ¿han generado, en la actualidad, un espacio de conocimiento y discusión que contribuya al crecimiento de la democracia?
"En muchos programas lo que se intenta es vender un celular" responde el profesor e investigador, "lo que se busca es fomentar la cultura de consumo, de individualismo, y no proponer un espacio de construcción para los jóvenes ni para la sociedad. Si se tratan algunos temas se los toman de una forma liviana y a la ligera".

Preguntas y Debate
La participación de los jóvenes que se intentó estimular se vio reflejada en la organización del evento ya que éste comenzó con la representación teatral, por parte de alumnos de tercer año de polimodal, de una obra en la que se destacaba el diálogo entre familiares sobre lo que significó el último golpe militar.
En la parte final un grupo de estudiantes realizó algunas preguntas que abarcaban desde "por qué se han comenzado con los juicios a los militares en la actualidad y no antes" hasta "por qué no se habla sobre los miembros de organizaciones armadas que mataron a militares o a familiares de ellos".
La primera pregunta la respondió de forma concisa y firme: "Porque es el momento. Porque ahora se cuenta con el apoyo social para enjuiciar a los que cometieron delitos de Lesa Humanidad durante ese período. Porque en este tiempo se interpretan estos sucesos de una manera que no se hacía en 1983". En esta línea dijo que "Alfonsín avanzó hasta lo que pudo" y aunque resaltó, de la gestión actual, "la política nacional llevada acabo en relación a los Derechos Humanos" ante la consulta sobre si los Derechos Humanos no hacen referencia también a tener acceso al trabajo, a la educación, a poder satisfacer las necesidades básicas, respondió "que no se trata solamente de pensar en las víctimas de la dictadura, se trata de mucho más que eso, esto es un concepto que hay que debatir desde las posiciones y los problemas que hay cada día, no termina con los tribunales ni con los juicios, ya que hay muchos derechos vulnerados, que no pueden cumplirse por la falta de condiciones". En relación a esto, y a la segunda pregunta dijo que "se hace una acusación muy liviana contra la gente que tiene el derecho de defender a sus familiares muertos (militares). Sin dejar de lado -aclaró- que de un lado murieron más de 30.000 personas y que los militares tenían la responsabilidad del Estado, esa es la cuestión. Por eso debemos ser cuidadosos y advertir que se hizo un uso indebido del derecho".
Dejó abierto el debate al recomendar que "este es un tema que aún sigue en construcción y despierta controversias, por lo tanto leer y fijar una opinión sobre este tema es personal así que resulta fundamental conocer, leer, investigar, debatir y comparar visiones diferentes".

Me pregunto y le pregunto al que lea esto:
¿Cómo irá a interpretar nuestra generación, y las que vienen, a la última dictadura militar y a la democracia que ¿estamos construyendo?

jueves, 26 de marzo de 2009

¿Alguna vez vivieron un desalojo?


Es simple. Uno se levanta, como cada mañana de todos los días, alguien golpea la puerta y ante la falta de respuesta se la derriban. Lamentablemente ese día saliste de madrugada a hacer el reparto de diarios y tu mujer y tus hijos están solos en la casa. Son muchos y la señora no quiere complicar las cosas. De un momento a otro consiguen moverte hasta la vereda, y recién ahí uno reacciona, se despierta. Es raro, te están quitando lo que es tuyo y uno sólo observa, pocos segundos pasan y se comienza a odiar a los que entran y salen con tus mesas, con tus sillas, tu cocina, pero “¿qué culpa tienen ellos?”. En ese momento, toda.

Las cosas se apilan hasta ocupar toda la vereda. Algunos curiosos se detienen y te miran; otros te saludan como si fuera un velorio.

Los policías hablan entre sí, no sé, cualquier cosa, y uno los odia un poco más. Comienzan las llamadas, los papeles, los conceptos jurídicos, y la certeza de que uno no va a volver a entrar al lugar donde vivió más de 40 años.

Los recuerdos se presentan solos y surgen preguntas: el que yo este escribiendo esto, ¿cuánto tiene que ver con haber leído esos diarios que llegaban al Kiosco que mi abuelo, luego de renegar y hacer números, distribuía en casas y hoteles? “El Liberal, La gaceta, Clarín, La Nación, diariiioooooos” y esa voz se va apagando y mi abuelo, que falleció hace 6 años, se muere un poquito más.

Al final todo queda vacío y cierran la puerta.

El día sigue y es temprano para llorar.

jueves, 19 de marzo de 2009

La Maga

Es raro, que La Maga esté conmigo, y que La Maga sea protagonista de un libro. Si ella es tan chiquita, pequeña y callada; y los libros son grandes, fuertes, y locuaces. Aunque quizás, como tantas veces, me equivoqué.
Miro un libro en un rincón de una mesa. Ahí está, chiquitito, inmóvil, mudo, pero si me acerco, y no importa cuánto, el libro empieza a crecer, y emerge de él un universo de sentimientos, de ideas, de fuerza, y un aroma a canciones y a hojas gastadas. Aroma a media tarde y a tostadas, a voces que se pierden, a pasos, a siglos. La Maga es así, no habla, murmura pequeñas cosas, y ríe, y cuando sonríe te lleva a otras tardes, a otras risas, a tostadas con mermeladas, a veredas donde se bailan canciones viejas, cumbias o cuartetos; al primer beso, al primer te quiero, a caminatas sin sentido, a volvernos ciegos, sordos y mudos al paso del tiempo; y a viajar: para atrás, para adelante o a quedarte en el lugar e irte lejos.
De los libros nacen héroes, personas que pueden cambiar las cosas, personas que tienen el valor de enfrentar la vida y de enfrentarse a sí mismos. Ellos no pueden escribir sus historias, son juguetes de la interpretación de los que leen y del invento de los que escriben.
Ella empezó a ser héroe en un aula, aunque tal vez antes, aunque no sé cuándo.
En sus ratos libres se vestía con un pantalón de gimnasia y un buzo con el rostro de Micky Mouse. Recorría el mundo con su bicicleta amarilla y unas zapatillas blancas eternas.
La Maga nace de una imagen en la que está junto a sus hermanas. No sonríe como sonríe ahora, no sonríe por sus labios ni con su boca, sonríe con los ojos, y el fotógrafo es el primero en darse cuenta del milagro y la eterniza en su única obra maestra. Le agradece a Dios y la amplia. Y la ve, vestidita así, tan indefensa, tan ingenua, tan blanca, tan todo. Le entrega el retrato a su madre y ésta reconfirma la teoría que le han dado sus vecinos. Su hija, la del medio, es una persona especial.
Se parece a sus padres. A la madre que fue su madre, y al padre que es su padre.
Los mira, a ambos, desde lejos. Sentada en su terraza, o en la habitación intentado leer mientras discuten. Los mira con pena, pero ya ha dejado de llorar. Los mira mientras va en moto, así pasan más rápido. Los escucha y no les cree. Los acompaña y deja cosas sin entender. Mejor así.
Los mira cuando me mira y, aunque no lo sepa, me duele que quizás este en lo cierto. Que quizás todo se vuelva a repetir, que la bola en la que se transforma esta vida cuando acarrea cosas, nos lleve cuesta abajo, y terminemos separados. Allá y aquí. Cerquita de lo que ve con sus ojos de héroe, con sus ojos de futuro.
Pero todavía no quiero ir para allá.
Quiero quererte, quiero extrañarte.
Quiero verte como te vi, cuando no andaba por aquí.
Quiero hacerte sonreír y pedirles a todos los santos, y a uno más, que paren la vida.
La Maga en un libro. Sólo ahí podré detenerla.
Y la veo: pequeña, inmóvil, esperando que la vuelva a amar como realmente se ama y no como la amo todos los días.
Que me desespere, que llore, que me conmueva, que no sea el mismo. Que piense en el mar. O que no piense en nada. Que sólo ría.
Que piense en ella.

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